domingo, 10 de agosto de 2008

A la manzana, con cariño

No he querido atragantarme con la manzana. La veo, la huelo, la agarro entre mis manos pero es resbaladiza. Y es grande como bien dicen. Algunos me han preguntado cúantos mordiscos le he dado, y la verdad recién empiezo a probarla. Digamos que, no le enterré los dientes, ni la despedazé, más bien intenté tomar un cuchillo, delgado, gentil, y rebané sólo un pedacito. El resto del tiempo sólo la admiro. No tengo intenciones de devorármela, no todavía, pues creo que no estoy preparada para ese banquete y lo único que lograría sería indigestarme.
Suele ser frecuente entre mis amigos -los de aquí, y los de Caracas- preguntarme, cómo me trata la Gran Manzana. Es una interrogante que no sé muy bien cómo contestar, pues apenas llegué hace unas semanas y creo que la ciudad me conoce poco cómo para tratarme bien o mal. Más bien ando concentrada en observarla, en tratar de entenderla, en darle la vuelta, en aprender poco a poco a quererla. Nacho se la pasa diciendo que Nueva York es la ciudad que uno quiere que sea yo creo que Nueva York es la ciudad que es, y es uno quien debe aprender a tratarla.
Hasta ahora sólo puedo dar fe de lo que he vivido: tengo en mi libreta más de 8 números de personas que he conocido en la calle y que gentilmente me han dicho que las llame para que nos veamos; cuando he estado perdida con el mapa abierto más de 10 personas, en el tiempo que llevo, me han preguntado si necesito ayuda, y me la han dado; y cuando fui a Barnes & Nobles pude quedarme horas y ojear todos los libros que quise sin que nadie me parara de ahí como hubiese sucedido en Caracas.
Ayer fui al cine con Vi, Penélope, y Luciana a ver una película de niñas pues los maridos estaban complicados o ausentes y de regreso como no había metro decidí tomar un taxi. El chofer, un chino que no hablaba inglés llegó a Washington Heights y se perdió, y cuando pedí ayuda, un hombre en un carro nos guió hasta mi edificio. Hoy, para citar un último ejemplo de bondad conocí en el metro a Andrés, un mexicano que tiene 8 años en la ciudad. Le conté mi historia del 7-D y de cómo el "señor de las tierras" me había dicho que yo no existía, y él me dijo "no dejes que esas cosas entren en tu cabeza. Por supuesto que existes, yo te estoy viendo". Creo que la ciudad está dandome sútilmente y a su manera la bienvenida. La manzana ya sabe que yo estoy ahí, con la boca echa aguas. Quizás dentro de poco le robe un mordisco.

5 comentarios:

Dani dijo...

La manzana te va a querer, igual que te queremos todos!
Un beso.

Canadiense dijo...

Puedes darle las gracias por las cosas positivas que te brinda y no ver cosas negativas sino "diferentes", agradeciendole tambien por lo que aprendas de ellas. A mi me sirvio y siempre tengo un Toronto en mi cartera...ya veras como no querras estar sin una manzana en tu lonchera.

Pulgamamá dijo...

Que bonito mensaje canadiense. Intentaré comprar mas manzanas de ahora en adelante. Dani gracias por leerme y por quererme.

Irene dijo...

Hola Carlita.
Me he atrevido a leer tu blog y me gusta mucho.
sólo decirte que la vida del inmigrante es durilla, pero hay muchas satisfacciones. Ya verás que cuando comiences a hacer tus propias raíces te sentirás muy cómoda.
Ánimo que muchos estamos en la misma.
Un abrazo.
Irene

Pulgamamá dijo...

Irene, gracias por leerme. Pienso como tu, a medida que eche raíces las cosas se harán más fáciles.
Un abrazo