miércoles, 6 de agosto de 2008

Mis tres sabios monos

Uno no ve. Otro no habla. Y el último no oye. Son los tres monos de madera que me compré ayer en el Malcolm Shabazz Harlem Market, en el oeste, justo sobre la calle 116. Los talló Modou, un senegalés de 26 años, trenzas en el cabello, ojos tan negros que asustan y sonrisa que reconforta.
Llegué a su puesto, luego de un buen rato de caminata entre caras recelosas ante la presencia de una extranjera de piel blanca que anotaba en una libreta y tomaba fotografías. Me llamaron la atención los tambores en la puerta de su tienda. Le pregunté si el los hacía. Me dijo que sí. Le pregunté cuanto costaba. Me dijo $ 80. Le pregunté si todas las figuras de madera que estaban allí las había hecho él. Me dijo que sí. Le pregunté quién lo había enseñado. Me contestó que su papá. Me preguntó qué quería comprar. Le dije: nada, por ahora.
Quiso saber que hacía ahí y le dije la verdad: "soy venezolana pero desde hace dos semanas vivo en Nueva York, trabajo para un diario hispano on line y vine a hacer un reportaje sobre el mercado". - ¿Cúantos años tienes?, fue su única respuesta. Lo puse a adivinar. Se quedó en silencio, me pidió que, por favor, me quitara los lentes. Le hice caso. - 28, dijo sin titubear. - En efecto, tengo 28, le dije, pero nadie nunca avidina. Me calculan 22. -Lo supe por tus ojos, tus ojos tienen 28 , tú pareces de menos. No supe que decirle.
Me dijo que comprara algo, que había tenido un día flojo, que tenía cosas que pagar y mercado que hacer. Está bien, le dije sin hacerme de rogar.
- ¿Qué me llevo?, le pregunté.
- ¿Que tal los amantes?, me dijo sobre dos figuras, la de un hombre, y una mujer, entrelazadas entre sí.
-No, muy grande, respondí.
- ¿Y el abuelo?, me preguntó sobre un viejito de ébano con barba blanca y ropa roja.
- Me da miedo, le confesé.
Salí de la tienda, para ver si en la mesa de afuera, cerca de los tambores había algo que me interesara. Los ví.
- ¿Y esos quienes son?, le pregunté sobre tres monos mal tallados que lucían muy bien juntos.
- Ahhhh, esos son los monos sabios. Cuentan en África que llegaron a una aldea y se comieron y bebieron todo lo que había. Cuando el jefe de la tribu les preguntó qué había pasado, uno dijo yo no veo nada y se llevó las manos a los ojos, otro respondió, yo no digo nada, y se llevo las palmas a la boca, y el último dijo yo no oigo nada y se tapó las orejas.
Le pagué, los metí en mi cartera y los cargué conmigo el resto de la tarde (debía ir a El Bronx a una rueda de prensa con el presidente del condado y el alcalde Michael Bloomberg). Llegué en la noche a la casa y me olvidé de ellos. Esta mañana fueron mi primer pensamiento. Los saqué de la cartera y los coloqué en el tope de mi escritorio-biblioteca. Hace un rato mientras hablaba con mi prima La Pata, le conté sobre los tres monos que me acompañaban y como uno era ciego, el otro mudo y el otro sordo. Rió por un buen rato. Me dijo que buscara en Wikipedia la historia. Lo hice. Esto fue lo que conseguí:

"Los Tres Monos Sabios o Místicos, que se tapan con las manos respectivamente los ojos, oídos y boca, están representados en una escultura de madera en el santuario de Toshogu, en Nikko, Japón.
Parte de su significado está en el juego de palabras que se origina en japonés entre el sustantivo “saru” que significa mono, y el adverbio homófono que produce la negación del significado de la raíz a la que se asocia enclítico. Las palabras compuestas “mizaru", “kikazaru” e “iwazaru” significan respectivamente “no ve", “no oye", “no habla", y el mono ha pasado a ser un símbolo de la negación en abstracto".

- ¿Y que hace un africano tallando monos japones?, me dijo La Pata, siempre con sus acotaciones obvias pero necesarias.
- No sé, el dijo que eran de África. Me habrá mentido.
- Sí, pero al menos tienes a los monos.
- Cierto Pata.
- No los puedes separar, a menos que..., se quedó La Pata. Me asustan los "a menos de La Pata". - A menos que tuvieses que ser uno de ellos. Dime, ¿no hablarías, no oirias, o no verías?
No le contesté. La Pata me dijo que le respondiera en el blog. Aquí va Patica:
"No quiero ser ninguno de los tres monos. Porque si fuera alguno de ellos, no los tendría conmigo. Patica, los monos me acompañan. Están junto a mí en el 7-D. Y uno me ve, el otro me escucha, y el otro me habla. ¿Es algo, no?"

4 comentarios:

La Pata dijo...

Bueno aqui viene La Pata a hacer su comentario... "tienes toda la razon a los 3 monos hay q tenerlos juntos" pa poder simular que estamos teniendo perfectas conversaciones con otros seres humanos -siguiendo, como nos ensenaron en el colegio, las normas del buen oyente y del buen hablante- y asi sentir q nos estan viendo, nos estan oyendo y ademas dando respuestas! -bueno la ultima parte creo q esta dificil Extranjera, pero recuerdate q pa eso estan los telefonos gratis despues de las 7.00 pm -u know what I mean-

Pulgamamá dijo...

Patica gracias por escribirme. Además tu fuiste quien inspiró este post con tus carcajadas sobre porque los monos no veian, oian ni hablaban. Sígueme leyendo.
Hasta después de las 7 baby!

Anónimo dijo...

Pues yo he pasado el mes de julio en Senegal, y en todo puesto de artesanía que se precie estaban los tres monos, y me contaron que llamaban a esos tres monos el consejo de la familia, como si fuese algo así de que hay secretos dentro de casa que debes guardar. De todas formas con el precario francés que tengo no sé si entendí muy bien la historia, y como me traje a los tres monitos para mi casa, estoy buscando su significado en internet y me encuentro con la sorpresa de que tienen relación con la mitología chica y con una escultura de Japón. La verdad es que me gusta más esta versión de su significado que está basada en Confucio.
En algún momento en Senegal han hecho propios a los tres monos ¿?????
Saludos

Juan Sebastián Murillas dijo...

Hola. Yo solía ser tu vecino antes de que partieras a Nueva York. Vivo en Colombia, nací en Colombia y miro los puntos cardinales de mis amigos extranjeros desde Colombia. Me acabo de encontrar con tu blog y voy en este capítulo, así que voy a dejar este comentario como un separador de hojas. Por algún motivo, que va, por muchos motivos (ingenio narrativo, ternura, el gusto con que rebosas cada post) he decidiso continuar con la lectura. Por muchos motivos (la intimidad del texto, la agudeza de tus observaciones)este espacio me ha llenado del mismo gozo que siento cuando leo el buen libro o cuando regreso al buen amigo. Yo no sé alagar, solo quiero decirte lo que parece ser un consejo de oidos: que no dejes de escribirte, de combinar eso que eres con aquello de lo que vives. Yo creo que lo mejor siempre resulta de esas combinaciones, mejor no en comparación con lo que hacen los demás sino mejor porque escribes para otorgarte a tí misma lo que ya sabes que mereces. A veces un texto es una epifanía, una mano en alto que te obliga a retroceder. Y lo vuelves a leer. Eso me ha sucedido aquí, a punto de convertir una simple opinión en un texto de correspondencia. Bien, extranjera (la verdad no sé cuál es tu nombre), te saludo desde Cali, donde fuera de mi buhardilla y de la universidad, también a veces me siento como un extranjero. Te dejo mi separador, que en unos días pondré más adelante. Juan.