martes, 30 de septiembre de 2008

De paseo con mi vecina

La volví a ver. A ella, a la vecina, a la del cabello castaño claro y las pecas en la cara. La que viste delicioso y anda siempre regia (salvo aquél día). Pero esta vez no me la encontré por casualidad. Debo confesar mi pecado: esta vez la busqué. Bueno no tanto así, pero digamos que me la encontré en el lugar donde trabaja y yo ya sabía que ella trabajaba ahí. Ups.
Yo había hecho una cita con Cherry, la venezolana con la que Virginia me había puesto en contacto, para conversar un rato en el stand de la marca de perfumes que representa. Hablé con Cherry unos 10 minutos y al rato me preguntó, ¿Virginia sabe que estás aquí? Virginia no sabía, pues había intentado llamarla (sí, tengo su celular) pero me había caído la contestadora y no se si había escuchado el mensaje. Cherry se fue a las oficinas a buscarla. A los 10 minutos regresó con ella.
Vestía una falda negra tres cuartos con pinzas en la cintura, una camisa verde agua manga larga, un trench coat camel, llevaba medias de malla y unos botines negros súper cool. Tenía una cola de caballo y lucía una nueva pollina muy favorecedora. Se alegró de que estuviese ahí y me propuso que uno de estos días trabajara como vendedora freelance, que me ganaría 30 dólares por hora y podría trabajar en un día hasta 8 horas. Magnífico, a la plata extra nunca se le dice que no. Me preguntó si sabía de ventas y le dije que no pero que me gustaba hablar con la gente. Dijo que era suficiente y que además tenía el look. No sé que quiso decir pero me gustó. Se oyó a piropo.
Andaba de salida. Cherry nos dijo "váyanse juntas". Me pareció una idea estupenda. Virginia me preguntó si me molestaba pasar por H&M antes. ¿Qué si me importa? Mejor preguntarle a un muerto si quiere misa. Por supuesto que no me importa ir a H&M, mucho menos con ella. Mucho menos ahora que tengo la misión de conocerla y ayudarla con su tristeza. Aunque la verdad sea dicha, hoy no lucía triste. Más bien reía cada rato.
Salimos de la H&M de la Quinta Avenida (ella devolvió unas cosas y yo sólo miré; nadie compró) y tomamos el autobús. Me contó que su familia seguía en Hungría, que su madre y su hermana eran periodisas, y que esta última recién había publicado un libro. Me contó que vendrían a finales de octubre junto a su padre, quien nunca había venido pues se había negado a viajar a un país que le pidiese Visa. Me dijo que aunque ella tenía la ciudadanía nunca se sentiría estadounidense pues ella era húngara. Con mucha delicadeza intenté averiguar sobre su marido, o ex marido, pero sólo me dijo que era de California. Luego me dijo que ella había vivido allí. Supongo que fue ahí donde se conocieron.
Ella estudió diseño de modas luego de trabajar en Hungría como modelo en la empresa de una amiga de su mamá. "Me empecé a poner así (abrió sus manos en señal de dimensión a la altura de las caderas) y supe que eso no era para mí, pero tampoco me importó". Nunca llegó a trabajar como diseñadora pues al graduarse, en algún instituto en Estados Unidos del que olvidé preguntarle el nombre, empezó a trabajar en ventas. "Ahora es muy tarde para cambiar de campo", dijo. Y tal vez es paranoía mía, pero recordé cuando me habló con fastidio de la crisis vocacional de su marido. Le dije que con razón vestía tan bien, y me dijo que le gustaba la moda. Algo que tenemos en común, le dije. Pensé que eso no era lo único pero no se lo dije: Virginia es una extranjera, como yo.
Tomamos la línea A en Colombus Circus. Mientras bajábamos las escaleras de la estación me contó que le encantaba Nueva York por la cultura, la cantidad de cosas que hay que hacer, y porque le gusta caminar sus calles. Cuando llegamos a la pasarela me dijo que camináramos hacia el frente del vagón, "vamos deja la flojera", bromeó. Bien, pensé, está contenta.
El vagón estaba full y volvimos a compartir un tubo, como aquella mañana en que íbamos apuradas. Hablamos principalmente de hombres. Bueno, hablé yo. Ella escuchó y rió. Le causó gracia que le confesara que mis dos rebeldías de adolescentes habían sido el alcohol y los hombres. Con el primero no sabía medirme, y con el segundo escogía siempre al equivocado. Hablamos sobre los hombres artistas. Dijo que había tenido uno así, yo le dije que en alguna época tuve un noviecito músico que me rompió el corazón. "Ay los artitas creen que son los únicos sensibles, y eso es una coraza para ocultar su inmadurez y el hecho de que no quieren crecer", explicó. Las dos concluimos que ese tipo de hombres no eran husband material.
Al contrario de la mayoría de las veces, hoy no quería que el tren llegara. Como cuando queremos que nos agarre el semáforo rojo para llamar por celular o para pintarnos los labios. Yo quería un semáforo para saber más de Virginia. Lamentablemente hoy el A estaba expres y en 15 minutos estábamos en la 184. Salimos de la estación y ella exclamó "aire, me gusta el aire de esta zona, es más fresca, más pura". Coincidí.
Llamé el ascensor mientras ella revisaba su buzón de correo (no tenía nada). Nos montamos y en menos de dos minutos llegamos al 7. Al salir me dió las gracias por acompañarla y yo le dije que había disfrutado mucho la conversación. Tuve ganas de invitarla a tomarse una copa de vino, pero recorde que no bebía y que estaba cansada. Así que no me atreví. Le dije que un día debíamos reunirnos y asintió sin demasiada emoción. No me lo tomé personal, pues acto seguido me dijo "no dudes en contactarme cualquier cosa que necesites". Bonito. Mi vecina y yo nos estamos volviendo amigas.

4 comentarios:

Olga dijo...

Ya no tengo ni tiempo de leer tu blog que me gusta tanto. Me tengo que poner al día y más con este rollo de tu vecina. El trabajo no me deja...

Un saludo y gracias por los comentarios en mi blog, que tampoco he tenido chance ni de mirar...

Pulgamamá dijo...

Jajaja. Tranquila Olga. Yo sigo escribiendo y tu lee cuando puedas niña. El trabajo es lo primero, lamentablemente.

Un abrazo

Olga dijo...

Buenísimo este post extranjera. Esto es una novela tiene todo desde su toque de misterio hasta buenos diálogos, ya quiero saber también del esposo y toda la cosa...
Saludos!

Pulgamamá dijo...

Gracias Olga. Bueno, vamos a ver.. poco a poco. A ver que logro saber la próxima semana. Saludos,
Carla