viernes, 7 de noviembre de 2008

Doble encuentro con una mujer gorda

Llevaba una flor blanca en el cabello, unos zarcillos azules que hacían juego con las ballerinas índigo metálico de donde brotaban sus pies, quizás ajustados en unos zapatos demasiado pequeños. Lucía un vestido verde de franela, ajustado al cuerpo, que descubría sus piernas, más que robustas, y una chaqueta marrón que completaba con una bufanda que iba a tono con los zapatos y el vestido. Miraba debajo de los hombros, con fuerza y carácter, y tenía la actitud altiva de quien se siente hermosa y quiere que todos lo sepan. Tenía un rostro redondo, moreno, unos ojos rendondos, unos labios pequeños comparados con el resto de su ser, y un cabello, negro, largo y ondulado.
Era hermosa. Era gorda. Tan gorda que para entrar por las puertas del vagón tuvo que inclinar su cuerpo hacia un lado. Sé poco de pesos, así que no supe calcular el suyo, y la verdad tampoco me importaba demasiado. Estaba concentrada en ella, en la manera en que escuchaba su ipod mientras el tren andaba y movía las rodillas, que por exceso de carne, se rozaban entre ellas. Parecía una escultura de botero, pero vestida. Y fue justamente el modo en que andaba vestida que cautivó mi atención. La admiré. Yo, que peso 57 kiloramos no me atrevería a ponerme nunca un vestido así, no por que se vea vulgar, sino porque siento que soy demasiado gorda para él, y en lugar de mostrar siempre quiero tapar. En un lado mis complejos, y en el otro esta mujer gorda, hermosa, desbordante de seguridad; con su vestido verde ajustado y sus zapaticos encogidos.
Traté de que no se diera cuenta de que la miraba durante todo el recorrido, pero fue imposible. Al menos tuvo la desencia de hacerse la loca. Me duele que haya pensado que la miraba por gorda, pues en realidad la miraba por bella, por saberse bella con todas sus carnosidades. Se bajó del vagón antes que yo. Agarró con fuerza su cartera gris de imitación de piel de cocodrilo y desapareció.
Ese encuentro ocurrió la noche del miércoles, y como es natural en una ciudad hiper poblada como Nueva York no imaginé volver a verla. Me equivoqué. Al día siguiente volvió a entrar a mi mismo vagón. Casi no podía creerlo. ¿Cuáles son las probabilidades de encontrarse a un desconocido dos días seguidos?
Esta vez se sentó en uno de los asientos. No tenía la actitud altiva del primer día. Y su mirada ya no seducía. Me pregunté si sería otra, pero la volví a examinar. Imposible. Era ella. Iba a la moda como el primer día, pero un poco más conservadora. Quizás porque iba al trabajo. Vestía pantalones grises, un top de flores blanco y negro y un blaizer negro. Lucía triste y cansada. Me pregunté que le habría pasado esa noche luego de que se bajó del vagón. ¿Tuvo una pelea con su novio? ¿Algún problema familiar? O más bien tuvo una noche apasionada y simplemente estaba cansada. No lucía tan bella como el primer día, es seguro. Y esta vez no me impresionó tanto. ¿Qué pasa con los segundos encuentros? A veces pienso que la gente que a uno lo impresiona sólo debería vérsele una vez, para quedarse con ese recuerdo. No importa. En mi mente está la mujer bella. La mujer gorda. Con su vestidito verde y sus zapaticos azul metálico. !Ah!, y su flor blanca en la cabeza.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,
que impresionante que todo es cuestiøn de actitud, los demås nos ven de acuerdo a como nos sentimos en determinados momentos?
t.

Pulgamamá dijo...

Hola anonimo, totalmente cierto. Todo en esta vida es cuestion de actitud,y disculpa q suene a Sony entertainment television, pero esta mujer atraia mas miradas q cualquier flaca. Gracias por leerme. Un saludo!

Carito dijo...

Me gusta la gente que admira así todo a su alrededor!
De lo que no estoy segura es de querer siempre quedarme siempre sólo con esa primera bella impresión! quien sabe si en un tercer encuentro esté aun más bella!

Pulgamamá dijo...

Sera? Concha Carito esa opcion no me la habia planteado. De repente tienes razon. Seria lindo.Gracias por escribir. Un abrazo!

Andrés Schmucke dijo...

Jejejejejejeje, mi novia deberia de leer esto, ella que siempre se siente gorda y no lo esta.

Jefferson dijo...

Este post me recuerda a un libro escrito por el peruano Alonso Cueto, se llama "El susurro de la mujer ballena". Las segundas impresiones nunca son tan impactantes, quizás por eso es que son "segundas impresiones".

Saludos.
Jefferson.

Pulgamamá dijo...

Andres hola, entiendo a tu novia. Las mujeres siempre nos sentimos gordas porq nos pasamos el tiempo comparandonos con patrones absurdos. Y claro volvemos locos a los hombres q no entienden bien de que va la cosa. Mi pobre esposo cada vez q vamos a salir tiembla porq sabe q eso significa q me cambiare por lo menos tres veces. Jefferson quiero leer ese libro. Tienes razon, no en vano se llaman segundas impresiones. Lo bueno es que no importa q pase despues la primera siempre va a ser la mas fuerte. Pensandolo bien eso es bueno y malo. Jejeje. Saludos