martes, 27 de enero de 2009

Las vistas de mi ventana

A Jose, por recordarme por qué escribo este blog

La vista desde mi ventana no siempre es la misma. Me explico, por supuesto que la vista desde mi ventana es la misma. Me explico, por supuesto que no es la misma. Me explico, siempre veo lo mismo, pero no siempre lo veo igual.
En la mañana, el cielo está absolutamente blanco si es un mal día, o con un tono amarillo claro si es soleado. En la tarde todo está azul, y en la noche, pues obvio, la noche es negra. Negra y amarilla, por las luces que brillan, y que amo y que no tengo idea de qué son.
En la mañana sale humo por una chimenea, una fabrica. Tiene sentido que sea una fabrica porque es mucho humo, no poquito. Al medio día no se ve a nadie en los edificios del frente. En la tarde, como a las 3, vuelve el humo, esta vez en menor cantidad, y en las noches el edificio más alto que se ve desde aquí, luce aún más alto. En la noche es el momento en que veo más gente caminar por estas calles. Regresan de sus trabajos.
Mi escritorio está justo al lado de la ventana. No enfrente, al lado. Osea que cuando escribo no miro directamente hacia afuera sino a la computadora, pero cada vez que tomo una pausa, como ahora, o que no se cuál es la palabra que necesito, volteo mi cabeza hacia la izquierda y ahí está.
Hay vistas de vistas, por supuesto, y cómo dije en mis primeros posts ésta no es especialmente bonita pero es, existe, y eso en Nueva York es suficiente. He ido apartamentos donde desde la ventana se ve una pared de ladrillos, o donde la ventana no es tal cosa, sino más bien un cuadrito minúsculo donde no cabe ni la cabezita de medio lado asomada.
Yo tengo tres: dos al lado de mi escritorio y una al lado de la cama. Es esta vista lo que me permite, por ejemplo, pasar un día escribiendo sin salir. Esta vista es el post-it que está pegado en mis días y que me recuerda que vivo en Nueva York. Mentiría si digo que veo una hilera de rascacielos, pero esta vista con el humo de la fabrica, el pedazo de cielo gigante, el edificio que se ve más alto de noche que de día, es la primera que vi desde una ventana y es la única que se me hace inquivocamente familiar. Innegablemente mía.
Hace dos días me levanté a las 4 de la mañana a despedir a mi prima La Pata que estuvo de visita. Como sufro de insomnio, no pude dormirme y me senté en mi escritorio. Estaba totalmente oscuro las primeras dos horas y media (es invierno, amanece tarde). A la tercera hora vi lo más bello que he visto desde esta ventana, el cielo con pedazos de colores. Azul profundo, claro, amarillo, rosado, gris a lo lejos.
Paré de escribir un rato y me quedé lela mirando. Entendí porque me gustaba tanto lo que veía. Me recordó a la ciudad que dejé y su cielo de diciembre. Y es que mirar, hace que uno descubra sentimientos que no sabía que tenía. Ahí estaba yo tratando de absorver a Nueva York por los ojos, y ahí estaba Nueva York devolviéndome lo que necesitaba mirar: Caracas.

8 comentarios:

Carito dijo...

Ni la ventana más especial del mundo podría tener esa magia si no hubiesen unos ojos tan sensibles que miraran a través de ella!

Terapia de piso dijo...

Qué cierto eso de que lo mismo que ves todos los días no lo ves igual.

Las ventanas son muy cómplices porque nos invitan a escapar.

Además las ventanas no esconden nada.

A mí me fascinan los balcones.

Te quiero en demasía.

José Roberto Coppola

Gastón dijo...

Algunas veces uno abre una ventana y deja volar el alma.

Besos de acá hacia allá

alinitaxula dijo...

Mi niña otra más al club de las vampiras yo sufro de insomnio ocasional (menos mal) pero un gran coñazo ejjeej pues cuando ni la lectura ni el ordenador te dan un respiro te pones más de los nervios¡¡ Respecto al post, en mi house tengo 3 balcones grandes con mucha luz y cada día la panorámica es diferente, dependiendo de mi estado de ánimo, del día, de cómo estes ese día ejjej
besin gordo
alinitaaa

Lorena J. Saavedra dijo...

Perdoná mi desaparecimiento súbito, heme aquí. MIrar, mirar... nos devuelve también algo de lo que somos. Esas casas viejas que cambian con los años, y si no las viste bien, un día hay un edificio y uno olvida casi por completo que había ahí, y los recuerdos se te van, y la vida también. Hay que mirar y mirar. Gracias por recordarme que mi ciudad también tiene algo de mí. Un besote, linda.

Anónimo dijo...

me das ganas de mirar desde tu ventana, una madrugada de invierno, con un cafecito espumeante entre mis manos...

no creo que llegue a ver a buenos aires desde ahí, pero vale la pena intentarlo

lo dije y lo sostengo: me encanta tu forma de ver y contar las pequeñas realidades de tu mundo

Vanesa dijo...

Que magia la tuya extranjera…como transformas lo mas simple en lo mas extraordinario…como observas mas allá de la superficie y que fácil haces que uno viaje contigo a través de tus letras..

Pulgamamá dijo...

Carito: gracias, eres una bella.
Terapia: también me fascinan los balcones, te acuerdas de el nuestro, donde hablábamos a escondidas con la ilusion de que estábamos en otro lugar, mucho más lejos.
Gastón: si a veces mi alma se va, lo malo es que regresa muy pronto.
Alinita: que envidia tus tres balcones.
Lore: gracias por volver. Claro que tu ciudad tienen muchas cosas de ti, es tuya, no lo olvides.
Galán: de repente si ves a Buenos Aires, yo vi a Caracas. Gracias.
Vanesa: que bello lo que me dices, de verdad lo aprecio de corazón.
Saludos a todos, los quierooo!