lunes, 21 de noviembre de 2011

Todavía extranjera y ahora mamá

Mucho ha pasado -muchísimo más bien- desde la última vez que escribí en este blog. Para empezar, ya no soy extranjera -al menos no del mismo modo. Aunque hace cuatro meses que regresé a mi patria, ahora sufro del mal del que se va un tiempo y luego regresa con problemas para volverse a adaptar en su propio terruño. Por otra parte -y ese es el motivo por el que ahora escribo- pronto me convertiré en la madre de una bebé y así como hace más de tres años comencé a escribir parar entender mi nueva realidad como extranjera recién mudada a Nueva York, ahora escribo Pate Bebé Patea para entender quizás el cambio más importante que me ha sucedido en la vida. Espero me acompañen también en esta nueva etapa.

lunes, 21 de junio de 2010

jueves, 3 de junio de 2010

Primero al Sur y de ahí vemos

Se veía venir. Desde hace algún tiempo siento que Extranjera (el blog, el personaje) se desvanece ante una verdad serena y más bien cómoda: Este lugar, al que a veces quiero y otras no tanto, se ha convertido en mi hogar. Y no hablo únicamente del 7-D. Hablo de Nueva York. Hablo de mis amigos. Hablo del mundo, todavía un poco inestable, que me he creado.

Han pasado casi dos años y mi forma de ver las cosas, de apreciar la realidad ha cambiado. La nostalgia sigue, y seguirá, por todo el tiempo que continúe lejos de mis afectos, pero ese sentimiento amargo de desolación ha desaparecido y con él ha comenzado a desvanecerse Extranjera.

Inventé a Extranjera porque la necesitaba. Porque mi vida sin ella, en aquel momento hubiese sido imposible. Extranjera era la única manera de ser, de vivir, y aunque extranjera siempre seré, la Extranjera que nació con este blog ya no está.

Ya no miro las cosas con la inocencia de quien las mira por primera vez porque la realidad se me hace repetida. Ya no siento eso que sentía antes en el estómago que me obligaba a sentarme en la computadora a pesar de todo. Ya no me salen las letras de los dedos como antes. Ya no puedo escribir como Extranjera, ver como Extranjera, sentir como Extranjera.

Tal como los escritores crean personajes para contar una historia, yo creé a Extranjera en el 7-D para contar estos dos años que han pasado. Y tal como los escritores matan a los personajes, o los mandan a una clínica, o los reinventan, yo he decidido llevarme a Extranjera. Llevarme a Extranjera de a poco.

Me explico, lo primero que pasará es que Extranjera se mudará al Sur por dos meses.

No había contado nada, pero el sábado me voy a Chile a hacer unas pasantías con la agencia de noticias AP. Se supone que me iré a Chile a trabajar, pero mi plan secreto (ni tanto, porque ya se lo he dicho a todo el mundo) abarca tres puntos: beber vino, rodearme de artistas y tener conversaciones trascendentales.

Bueno, quien sabe, cada vez que uno hace planes no salen como uno los quiere, así que probablemente termine trabajando como una loca sin conocer a artistas ni tener conversaciones trascendentales (el vino no se negocia).

Abriré un blog, que llevaré dos por dos meses, sobre las andanzas de Extranjera en el Sur del Sur y después, después veremos. No sé si dejaré a Extranjera en la blogosfera ahí como una niña abandonada que espera a la salida del colegio a que los papas la busquen, o si cerraré con llaves las puertas del 7-D, pero lo que si es seguro es que de una forma u otra seguiré escribiendo. Y siempre los mantendré al tanto.

Licantro viene conmigo sólo en el corazón pues debe quedarse trabajando en Nueva York.

Extranjera termina entonces como empezó: sola y en una tierra desconocida.


Gracias por el viaje.

pd: en cuanto este listo linkeo la dirección del blog que llevaré en Chile.

sábado, 24 de abril de 2010

Palabras alicoradas

Este texto fue escrito ayer en la madrugada después de cinco o seis cervezas.

Creo que fue Giselle Reyes, sí, la de la academia de modelaje en Altamira, la que dijo que el termino más elegante para cuando uno estaba pasado de tragos era "alicorado". A lo mejor no fue ella, ahora estoy casi segura de que no fue ella.
En todo caso pienso que el metro de Nueva York es un buen lugar para estar alicorado. Ahora estoy sentada en el piso, ese mismo por donde pasan las ratas de colas largas, esperando el tren que nunca llega. Los ojos se me cierran. Y yo no se si es el alcohol que me nubló el juicio pero voy a tener que tragarme unas cuantas de mis palabra.
Resulta que fui con mis amigos de la universidad a tomar cervezas y por primera vez desde que llegué a NY puedo mirar mas allá de las etiquetas. O puedo mirar y no ver una etiqueta. No son solo gringos. Son Jack, el que me ayudó a retocar aquella foto en Photoshop, o Samantha la que me salvó la vida, o la entrevista, prestándome unas baterías. O Aileen la que me acompañó a llorar cuando creí que no daba mas.

Yolanda la "student advisor" de la universidad tenía razón cuando me dijo que ellos, los gringos no tenían nada en contra de mi y que la única prejuiciosa era yo. Y es verdad, ahora, sólo después de un tiempo, estoy empezando a verlos como personas y no como una masa amorfa.

Y sí hay gringos estúpidos que creen que el mundo empieza y termina en el McDonald de la esquina, pero hay otros que al igual que yo, tratan de entender un mundo que es tan vasto que se pierde de vista. Y no, no he olvidado al profesor imbécil que dijo que este master no era para mí, pero es igual de válido recordar al profesor que me dijo ayer que yo era una verdadera "story teller".

Nada, que la gente es gente, y que son idiotas e insoportables y torpes y malintencionado a veces, y maravilloso e impresionantes otras veces, y la mayoría de las veces todo eso al mismo tiempo. Y eso es así en Caracas en NY o en cualquier otro lugar.
Capaz es el alcohol, pero hoy a la 2:38 am, después de pasar una noche divertidas como pocas, me trago mis palabras. Al menos algunas de ellas. Los calificativos solo encierran a un grupo de gente. La mayoría es mucho mas difícil de encajonar.

domingo, 18 de abril de 2010

Reflexiones sobre la grandeza humana

Tengo días, ya creo que meses, pensando en de qué se trata eso de ser extraordinario, de ser grande, de ser un ser humano monumental, uno cuyo existencia repercute más allá de si mismo.
Siempre he querido pensar, o mi arrogancia o ego me han llevado a pensar, que voy a ser extraordinaria, que voy a hacer grandes cosas, que voy a escribir libros, que voy contar historias, que voy a ayudar a gente, que voy a criar unos hijos a quienes le importe de verdad el mundo, que voy a cambiar las cosas.
Sin embargo, últimamente he pensado en que quizás yo no vaya a alcanzar ese tipo de grandeza de la que hablo, no porque no sea capaz, sino quizás porque muy en el fondo, no quiero, o porque no estoy dispuesta a asumir los sacrificios que eso requiere.
¿Entonces, donde me deja eso? ¿Significa eso que voy a vivir una existencia mediocre?
Me viene a la mente la imagen de mi abuela, una señora que ha criado a seis hijos y ha cuidado no se a cuántos nietos y ha iluminado la vida de todos los que tiene a su alrededor. Mi abuela no ha escrito libros. No ha ido a África a alimentar a niños desnutridos. Mi abuela no tiene una página en wikipedia (sí, mis parámetros de grandeza están realmente desvariados, lo sé). Además de su familia y conocidos, a mi abuela no la conoce nadie. Y aún así, o tal vez precisamente por todo esto, mi abuela es uno de los seres humanos más extraordinarios que he conocido en mi vida.
Probablemente es por mi abuela que yo estoy aquí. Y cuando digo aquí no hablo de Nueva York, sino del lugar en el que me encuentro en mi vida. Casada y enamorada, haciendo un postgrado, viviendo nuevas experiencias. Si mi abuela no hubiese criado a mi padre como lo hizo, no le hubiese enseñado la bondad, si no me hubiese enseñado a mi la importancia del amor y la fe como factores generadores de cambio, probablemente yo sería una persona diferente. Y eso que sólo estoy hablando de mí y no de cómo mi abuela ha cambiado la vida de mis tíos o de mis primos.
Y pienso en los ejemplos más esenciales, más cotidianos, más lugar comunes y más hermosos. En la madre que se levanta todos los días a las cinco de la mañana a preparar el desayuno, a llevar a los muchahos al liceo para después ir a su trabajo todo el día y llegar agotada a la casa a pasar el poco de tiempo haciendo cena o ayudando con la tarea.
Pienso en aquellos que adoptan un hijo, en los que son capaces de perdonar lo imperdonable, en los que le brindan café a sus vecinos, en los que se voluntarían para enseñar a un niño o un adulto a leer, en los que le dan el asiento a una señora mayor en el metro, en los que piensan primero en el otro que en sí mismo, y me doy cuenta de que hay algo grande y hermoso en cada uno de nosotros.
Hay miseria en cada uno de nostros sí, hay crueldad también, hay indeferencia claro, obvio, pero está en nosotros la posibilidad de acercarnos a la grandeza con cada decisión que tomemos. Al menos es esta forma de pensar la que me ayuda a sobrellevar mi existencia.

lunes, 22 de marzo de 2010

Pateando calle, lejos de Caracas

Pienso que uno sólo conoce bien los suelos que pisa. Las calles que se recorren con los propios pies. Los banquitos de plaza en los que uno se sienta. Las esquinas de las que uno se apoya cuando está cansado. Se conoce mejor un lugar cuando se siente su olor, se habla con su gente, se entrega uno a la voluntad de éste. Esto lo he aprendido en los casi dos años que tengo viviendo en Nueva York.
Hoy por ejemplo, salí de Broadway y 181, bajé hasta la 157 luego en metro hasta la 110 y ahora voy camino a Red Hook, Brooklyn, muy cerquita del agua, a entrevistar a un señor al que llaman "el alcalde de la calle".
A Caracas, lamentablemente, no me la camine así. Porque mi querida madre no me dejaba, porque tenía carro, porque, aunque me de verguenza aceptarlo, me daba miedo. Siempre he pensado que ésta es quizás una de las razones por las que siempre estoy desubicada en mi ciudad (y sí, sigue siendo mi ciudad).
Caracas no pasó por mis pies, yo no paseé por sus suelos hasta dejar mis zapatos gastados. Por eso hay un barrera entre nosotras dos, una pared acrílica desde la que presencio todo como una espectadora. Hasta que no sienta su suelo caliente debajo de mis pies todos los días de mi vida, siempre habrá algo de Caracas que no será mio.
Y eso de sentirla, por ahora, no podrá ser.

jueves, 25 de febrero de 2010

Conclusiones cotidianas

A esta conclusión llegué hoy:


Hablo demasiado,

escucho muy poco,



pienso demasiado,


actúo muy poco.



Habrá que cambiar eso.