Las chancleta negras y rosado fluorescente tiradas en el piso ya no blanco, cubierto por mechones de cabellos de todos los colores y texturas. El papel de aluminio de la merienda de la mañana en el tocador, el video de Jerry Rivera en la televisión y el reggeaton que reza que lo muevo y soy tuya.
Tres mujeres al final del salón que conversan mientras a la una le lavan la cabeza, a la otra le cubren de esmalte negro el dedo gordo del pie, y a la última le quitan los rollos del pelo. Albania que me dice, mientras mueve sus carnes, envueltas en una licra blanca y una franelilla turquesa que no llegan a cubrir su inmensidad, que si quiero hacerme el blow (secarme el cabello) o los rolos (para que el cabello quede ondulado). El Blow le digo.
Me hago un espacio en un taburete negro que tiene el tapiz roído y que deja a la vista la goma espuma, mientras un niño a mi lado, le da tetero a su hermanito que está en el coche y llena el asiento, el suelo y a él, de leche, que espero sea fórmula y no leche materna.
Mientras espero a que me atiendan en Maggie, salón de belleza unisex, en una esquina de una calle en Washington Heights (Dominican Heights, más bien), Nueva York, no puedo evitar sentirme en casa. Recuerdo cuando Zoilín, mi peluquera, estiraba mis rizos en el caos de un cusuchito en una esquina en El Silencio, Caracas, justo al frente de un burdel y a unos cuantos edificios de la sede de El Nacional, el periódico donde trabajaba, o cuando me escapaba a la hora del almuerzo a El Oso Unisex, justo al lado de una tasca en Los Cortijos en la que viejos barrigones y jóvenes lascivos jugaban caballo los viernes por la tarde.
Albania termina de quitarle los rollos a la doña a la que atiende y me invita a sentarme en su silla. Ella, antes de empezar, se sienta en la de enfrente y se cambia los zapatos deportivos por las chanclas negras y rosado fluorescente, justo antes de agarrar con las manos embadurnadas de sudor de pie, un mechón de mi cabello.
Albania me recuerda a Zoilín, la de El Silencio, que almorzaba fideos con caraotas justo antes de que yo llegara, y que cantaba Jerry Rivera mientras me atendía. Entiendo por qué de todas las peluquerías de Nueva York escogí este rincón sucio y ruidoso y no un oasis impecbale donde una japonesita te masajea el craneo mientras te pone el champú.
El caos está en mi ADN, tengo una inclinación hacia él, lo anhelo cuando no lo tengo, aunque luego me queje. El caos me hace sentir en casa. No es que nos disfrute de los masajes de la japonesita y no sepa distinguir que posiblemente en una peluquería en el Upper East Side me atiendan mejor, pero a mi las chancletas, el reaggeaton y Albania me hacen sentir contenta. Tal como Zoilín en El Silencio, o las negritas de licras de El Oso Unisex. Está eso, y que me ahorro unos dólares, claro.
11 comentarios:
ja!
genial descripción! pude imaginarme sentado allí, mientras me recortaban el bigote!
y cómo te quedó???
queremos foto!!!
besitos :)
jajajaja lo AMÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ!!!!!!....No sabes cuánto lo amé.
En lo particular odiaría que una japonesita me secara el cabello. Me daría como fastidio (Quizás porque yo también soy el caos)
Y dudo, querida, que "una peluquería en el Upper East Side" sea lo que te hace a ti tan FA-BU-LO-SA!
Una vez te dije que eras adicta al conflicto. Y el caos entra en todo ese conflicto sin el cual no puedes vivir.
Yo soy adicto a ti.
Te adoro.
José Roberto Coppola
Te puedo asegurar además que en esa equina secan mejor el pelo que donde las japonesita. En todo caso, creo que las caraqueñas tenemos una relación amor odio con el caos: lo odiamos al mismo tiempo que lo añoramos constantemente.
Besos, siempre es taaaaan divertido leerte
Que buen relato Extranjera! recorde tantas cosas al leer tus lineas...pero sabes que yo creo que esas son las experiencias que sazonan nuestros dias..el caos, lo distinto ..fuera de la comodidad...Sigue siendole fiel a tu taburete, las cholas las tardes de regueton...:) Besos guapa!
Ahí va mi voto para los 20Blogs ;-)
Querida extranjera:
De alguna forma siempre tratamos de recrear lo que nos es familiar. En tu caso el caos de la peluquerìa... en el mìo, cantidades ingentes de picante. En fin, que siempre es genial leerte. Empecé mi blog. Me cuesta un mundo porque la tecnologìa me come. Eso me recuerda que nací a mediados del siglo pasado. Besos.
http://htorresg0414.blogspot.com
Y van cuatro, ¿qué tal, no qué no?
Te gusta por el caos, pero también porque te trae determinados recuerdos. No tendría magia ir a una peluquería en el Upper East Side, pero sí a una que tiene un "toque" latino. Igual, prefiero cualquier peluquería de Nueva York que cualquiera de Buenos Aires, porque preferiría estar allá que acá. Sin duda.
Galán: ven, te llevo.
Victoria: Gracias. Eres una bella.
Jose: certo, me encanta el conflicto.
Corina: totalmente cierto eso que dices de nuestra relación con el caos.
Vanesa: eso es lo más importante. Serse fiel a uno mismo.
Ingelmo: gracias!
Herminia: tengo pendiente revisar tu blog. Estoy segura que te va a ir muy bien con el. Recuerda que lo más importante es que lo disfrutes.
Andrés: sí hombre, estoy sorprendida.
Agustina: por supuesto que me trae muchos recuerdos. Nueva York es increíble pero Buenos Aires (ahora no estoy segura si vives ahí) no está nada mal.
Abrazos a todos!
Es curioso, los latinos somos adictos al caos, lo llevamos en la sangre... "la sangre hala" como decimos aquí en Colombia..
Publicar un comentario