viernes, 22 de enero de 2010

Caracas, por qué te quiero


A Victoria y a todos aquellos que sí saben querer a Caracas...

Caracas y yo nunca hemos sido realmente amigas. A decir verdad, siempre he envidiado a aquellos que tienen una relación intensa con la ciudad.
Cuando vivía con ella Caracas hablaba y yo no sabía muy bien que decía.
Caracas me daba los buenos días a punta de cornetazos, y de colas interminables vía a la Católica. Caracas me daba los buenos días con amaneceres violeta y naranja que nunca supe apreciar.
Caracas me sacudía, me agarraba por el pescuezo y me lanzaba a la vida. Caracas me enseñaba a atrevesarla completa. A superar obstáculos.
Ir al Silencio era mi peor pesadilla, mi dosis diaria de espasmos escalofríantes... Pero Caracas sólo quiere a quién se la merece.
Caracas no se entristeció cuando me fui, al contrario, la escuché cuando decía "vete, te veré volver llorando a mis pies". Caracas tuvo razón. Tuve que irme para entenderla, tuve que tenerla lejos para querer tenerla cerca. Me convertí en un cliché más... "uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde". Me creía más inteligente.
Caracas me explica cosas ahora que estoy aquí. Caracas me dice que ella es de la única manera que le hemos permitido ser... arrebatada, luchadora, empecinada. Caracas me dice también que todavía no estoy preparada para volver. Caracas me dice de nuevo, que me vaya, que si no me va a volver loca.
-Pero yo te quiero -le digo.
-Yo también -me dice. -Pero nadie dijo que el amor era suficiente.
Caracas me quita su cielo azul. Otra vez.

martes, 19 de enero de 2010

Hoy sólo quiero decir...

... que estoy en Caracas hasta el martes que viene, y al igual que la vez pasada no quiero irme.

martes, 5 de enero de 2010

Quiero

Porque el año está comenzando. Porque antes de tener algo, uno primero tiene que quererlo!

Quiero una casa en la playa. No tiene que ser muy grande ni elegante, puede ser una churuatica pero que esté cerca del mar.
Quiero caminar descalza todo el tiempo. Mirar el sol sin encandilarme y descubrir en él el origen del mundo.
Quiero una estrella enfrente de mi ventana. Un pedazo del cielo de Caracas en diciembre, y una réplica del mar de Los Roques en mi bañera. Quiero un amanecer violeta y naranja.
Quiero que el agua de una cascada me caiga encima y me sacuda la tristeza, la nostalgia y cualquier cosa que me moleste.
Quiero comerme doce cupcakes de Magnolia Bakery y no engordar ni medio kilo. Un algodón de azucar rosado que se me haga azúcar entre los dedos. Quiero una hallaca para mí sola y una ración de patacones con queso rallado.
Quiero una empanada de Playa El Agua y un jugo de fruta del mercado de Conejero.
Quiero una cena romántica con velitas en el techo vacío de un edificio.
Quiero pasar un día arropada en la casa y no sentirme culpable. Quiero querer hacer ejercicio.
Quiero un abrazo de mi abuela, una sonrisa de mi madre y un viaje a un safari en África con mi hermano. Quiero caerme a curda con mi padre.
Quiero caminar por Sao Paulo con Daniela, subir el Auyantepui con Lea y pasear todo un día por Nueva York con Heliana. Quiero tomar champaña en la mañana con José Roberto.
Quiero un beso eterno de Licantro. Mejor dos, uno en los labios, otro en la frente.
Quiero desayunar en París, almorzar en La costa Amalfitana y cenar en Buenos Aires. Quiero darle la vuelta al mundo.
Quiero un vestido de bluejean, un corte de pelo que me haga lucir como una modelo argentina y unos zapatos de tacón que no me molesten. Quiero verme en el espejo y que me guste lo que veo.
Quiero pasar toda una semana sin llorar. Quiero reír hasta que me duelan las tripas.
Quiero que se cumplan todos mis deseos.