jueves, 18 de junio de 2009

Mi amiga Yen

Yen dice que mi nombre chino es Kan-Ya-La (así suena, ni idea de cómo se escribe) que significa saludable-buena-feliz. Lindo, ¿no? No hubo ceremonias. Me bautizó ahí mismo en plena Canal Street, en China Town, después de comprar un cuarto de pato rostizado, una libra de tender loin, unas hierbas chinas cuyo nombre no se sabía, leche de soya, varios pasteles rellenos de cochino al barbecue, agua de coco y una caja de chocolates en formas de botellitas rellenas de licor, como las que comían en El imperio del Sol.
- ¿Ahora, cuándo conozca a algún chino le puedo decir mi nombre?- le pregunté.
- Cuando aprendas a pronunciarlo.
- Mejor será que me lo escribas y enseñe el papelito- y mientras me escuchaba estiraba sus labios delgados y me repetía "Will work on it" (trabajaremos en eso).
Me llevó agarrada del brazo casi todo el tiempo desde que salimos de la clase de inglés hasta que llegamos al restaurante vietnamita, pues según me explicó, en Chinatown se come vietnamita y en Flushing Queens comida china.
Pidió más comida de la que podíamos agüantar, cosa común en ella dice, que siempre pide de más. Es que Yen ama comer, coninar, escribir de comida, tomarle foto a la comida y cualquier otra cosa que tenga que ver con este pecado capital. Lleva un blog sobre restaurantes, en chino, y es crítica gastronómica para un par de revistas en su país. La estoy convenciendo para que estudie periodismo pero no quiere. Lo de ella es abrir un restaurante, pero no tiene plata , me dijo.
- Siempre que vengas a China Town ponte botas de lluvia, esto es muy sucio- me dijo y minutos después cuando pedí un baño que resultó estar asqueroso, me lo volvió a recordar, "esto es China Town, que más puedo decirte". Yen es directa, dice lo que piensa o más bien lo que siente, y es tocona como los latinos. "En China no son de mucho contacto físico, pero la gente necesita que la toquen. A mi me encanta abrazar".
Yen vive en Nueva York desde hace tres años, cuando llegó acompañada de su esposo, un neyorquino que trabaja en un bufete de abogados. Su nombre americano -sí tiene uno- es Sabrina y lo usa siempre que va a pedir un café en Starbucks. "La gente no se acuerda de Yen".
Le dije que era mi primera amiga china pero no le hice saber que antes de conocerla yo tenía mis prejuicios. Pensaba que dos culturas tan diferentes como la de ella y la mía no podrían llevarse bien. Ella me demostró lo contrario cuando al segundo día de clases me invitó a comer a un restaurante húngaro.
Al terminar las compras en China Town me llevó al mejor lugar de masajes, según ella, en la ciudad. Agarró una tarjetica y me dijo que la guardara. Ántes de despedirnos le dije que aunque ya había estado antes en China Town, era la primera vez, que en realidad visitaba China Town. Antes de hoy no conocía la heladería que tiene sabores de lychee y frijoles rojos, la tagüara japonesa donde se comen noodles por tres dólares, la tienda de té con las vendedoras antipáticas, el mercado donde venden nidos de pájaros medicinales que cuestan 1.500 dólares la libra y el Hong Kong Supermarket, donde una rana vieja y gorda con un lunar rojo nos espantó desde su pecera de vidrio.
La ayudé a cargar las cuatro bolsas que llevaba hasta la plataforma donde tomaría su tren y antes de irme me dio un abrazo:
- Nos vemos el martes Kan-Ya-La.

sábado, 13 de junio de 2009

Hoy sólo quiero una empanada

Nada de waffles, ni de panquecas con blueberry ni de pan con mantequilla de maní. Hoy no quiero bagels con queso crema, ni cereal, ni mucho menos omelette, pues la verad es que no me gusta el huevo, pero ni siquiera quiero arepas. Hoy, ahorita, justo en este instante, cuando es temprano y el Licantro todavía duerme (yo no pegué un ojo en toda la noche, quién sabe) sólo quiero un par de empanadas fritas rellenas de queso blanco.
Como las de la señora de la cantina del colegio de monjas, bien grasosas o "grasientas" como les decíamos, tanto que después había que ir corriendo a lavarse las manos para que el aceite saliera. Como las que me comía en el camino a Choroní, cansada del viaje en carro, una hora antes de alcanzar el destino. Como las que hacía la señora Miriam en mi casa, pequeñitas, con los extremos tostaditos y el queso chorreando. Como las que me comía en Margarita antes, durante o después de una pea. Como las que compraba en un cusucho horroroso cuando trabajaba en El Silencio. Como esas que despreciaba en Caracas y que ahora quiero con desenfreno. Harina pan, queso y aceite. Ummm...
Ya va. Yo tengo harina pan en la cocina. Sólo hace falta el queso. ¿Qué hora es? Las 9:00 am. Ya el supermercado está abierto.
"Bebé", le dije a Licantro, todavía enrollado como un gusano en la sábana amarilla, "voy al super". Llegué con mi queso blanco de freir, que no sabe igual al que venden en Caracas pero que hace las veces. Licantro estaba despierto.
- Vamos al yoga- dijo.
- ¿A qué hora es?- respondí.
- A las 11:30 am.
- Umm, ¿nos da tiempo de desayunar empanadas?
- ¿Empanada?
- Sí, es que tengo un antojo loco desde las 6:00 am de comerme una empanada.
Llamada a la suegra, detalles técnicos. Se hace una bolita se pone sobre el papel plástico, se aplasta, se coloca el queso, se lleva un extremo del papel plástico al otro, y así se le da la forma. No me quedaron como las de la cantina del colegio pero mal no están.
Aceite que hierve, Licantro que las pone a freír. La boca que se hace agua. El sonido de la fritanga, el olor del aceite quemado, sal y queso...
El mar de la Guaira. La arena, el sol que quema la piel, el cabello lleno de salitre que se alborota con el viento. Las camionetas "machito" estacionadas al borde de la playa, la salsa, el reggeaton, el punki punki a todo volumen. Los cuerpos que se pasean por la orilla. La guarapita con agua ardiente barata de la bodega de la esquina y jugo de parchita. Las empanadas en bolsita de papel marrón. La ilusión de encontrar al país en un mordisco. Empanadas de queso mientras observo los edificios de Nueva York desde la ventana.

miércoles, 10 de junio de 2009

Venezuela, no Minnesota

Me ha pasado varias veces, por lo menos 20 desde que vivo en Nueva York, y el lunes, cuando estaba en Park Slope (Brooklyn) en un Happy Hour con mis futuros compañeros de clase, una chica me respondió cuando le conté que mis padres también eran de Venezuela: "Ah, son de Minnesota".
Sí, sí. Ya sé que algunos dirán, como yo me lo pregunto, "en qué universo paralelo esas dos palabras suenan igual", pero la verdad es que para el oído de los gringos es lo mismo.
Incluso en mi antiguo trabajo, un compañero cubano que tiene toda su vida en este país, me dijo "y cómo fue crecer en Minesota". Pues la verdad no lo sé, y espero no tener que averiguarlo porque estoy muy feliz en Nueva York y referencia que tengo de Minnesota es que fue el hogar de Brenda y Brandon Walsh antes de mudarse a Beverly Hills 90210.
Hace un par de semanas en una reunión de venezolanos el tema salió a relucir, y pues todos nos preguntamos lo mismo, incluso repetimos las dos palabras varias veces para ver si lo entendíamos. "Venezuela/Minnesota, Venezuela/Minnesota, Venezuela/Minnesota". Um, um, nada. Ninguna idea.
Por los días en que iba a La Escuelita al otro lado del río, el calvo cuarentón me dijo: "Suenan exactamente igual". Como él no era precisamente muy didáctico y no tenía ganas de enseñarme nada porque no me agüantaba, hace dos días le pregunté a mi profesora de inglés, en un nuevo curso de escritura que estoy haciendo, por qué mi país y el estado gringo les suena igual.
Me pidió que le pronunciara Venezuela: "Ajá, es que estás diciendo Benesuela y no Vvvve-ne- zzuo-la", me dijo. Fresca y oronda le respondí que era Benesuela pues nosotros no pronunciamos ni la uve ni la zeta. Me dijo entonces que tenía dos opciones, luchar contra el sistema y ser aplastada, o tratar de adaptarme y decir Vvvv-ne-zzuo-la en inglés pues estábamos en Estados Unidos. Creo que es claro que no me queda opción. En todo caso, si escojo la segunda voy a necesitar un cursito para aprender a decir el nombre de mís país. Irónico, ¿no?
Para que vean que no miento y que la cosa es de dominio público les dejo esto, que espero los haga reír como a mí. Es una campaña de HBO http://www.youtube.com/watch?v=WVU6ulSMjc8