martes, 4 de noviembre de 2008

Mi primer voto gringo

Hace dos semanas llegó a mi casa un sobre blanco con un carton adentro con el sello de Board of elections (junta electoral) y el título Acknowledgment notice. Adentro estaba mi tarjeta electoral con los datos de dónde debía votar y el número de urna. Me emocioné tanto que le tomé una foto al cartoncito.
Como ciudadana americana que soy, he podido votar en las elecciones de Estados Unidos desde que estaba en Caracas, pero no sabía muy bien cómo era el proceso y nunca me dediqué a averiguarlo. Cuando llegué a Nueva York, en plena campaña electoral, anoté entre mi lista mental de pendientes inscribirme en el registro electoral, pero cómo no sabía dónde hacerlo le fui dando largas al asunto, hasta que un sábado de paseo en el Village, un señor con franela y chapa de Obama me dijo que me podía inscribir ahí con él. Anotó mi nombre, firmé una planilla, di mi teléfono y dirección y me fui. Luego me enteré de que ese era el último día para registrarme y me quedé con la duda de si mis datos llegarían a tiempo. Hasta que recibí el sobre en el correo.
No sabía muy bien cómo iba a transcurrir el día de hoy, ni que se supone que uno debe o no debe hacer, pues votar en Caracas es un asunto que requiere de una logística bien avanzada. Chequear con los amigos o familiares cómo está la cola, llevarse una sillita por si es muy larga y toca hacerla en la calle, un librito para distraerse, dominó y hasta una cavita surtida con refrescos y sanduchitos para aliviar la faena.
Viniendo de un país en el que en 10 años se han hecho más de 10 eleccciones se supone que tendría yo experiencia en esto de la votación, pero lo que se aplica en un país no se aplica para otro. Penélope que es periodista y anda dateadísima me dijo que la mejor hora para votar era a golpe de dos, así que a las 2:00 le dije a Licantro que nos preparáramos para salir. Él por supuesto quería acompañarme, que si por la cosa de que es un momento histórico, y porque está estudiando comunicación política y ha seguido todo el proceso electoral.
Traté de no hacerle caso a lo que mucha gente me había dicho "tu voto no vale pues vives en Nueva York y ese es un Estado demócrata y es evidente que va a ganar Obama". A mi qué me importa. Es la primera vez que iba a participar en una actividad democrática en el país en el que nací y que, al fin después de todos mis intentos, iba a ser parte de esta sociedad. No. Eso nadie me lo iba a quitar.
Me vestí de rojo, blanco y azul como un gesto de coquetería que pensé pasaría inadvertido, y me puse mis Tory Burch verde manzana no porque fuese esta una ocasión especial, que sí lo es, sino porque no hacía frío y podía usar zapatos sin media. El colegio dónde me tocó votar queda a 5 minutos a pie de la casa. Al llegar, lo primero que me llamó la atención fue no ver guardias nacionales o militares en las puertas. Le pregunté a Licantro y el me dijo "eso sólo pasa en nuestros países". No había colas. Le entregué al hombre de la entrada el cartoncito blanco que me había llegado por correo y me dijo que no tenía necesidad de pasar por su mesa, que en la tarjeta ya decía que mi urna era la 71. Le dije que me disculpara, que yo ni sabía si estaba en el colegio correcto, que era mi primera vez votando. Sonrió emocionado y me dijo que siguiera adelante.
En la mesa 71, ubicada justo antes de la urna, habían dos mujeres negras sonrientes. Una de ellas tenía un pañuelo con las pinta de la bandera de los Estados Unidos en el cuello. La otra me dijo que le gustaba la flor blanca, azul y roja que llevaba en mi cabeza. "Very patriotic", dijo. La del pañuelo me buscó en el libro, me dijo que firmara y me hizo gesto de que pasara adelante. Le dije otra vez el mismo discurso que al hombre de la entrada: "I'm sorry but this is my first time voting. I don't know how to do it". Me dijo que no me preocupara y me acompañó hasta la urna.
Cuando abrió las cortinas me impresionó lo que ví. En lugar de las problemáticas smarmatics pequeñitas y computarizadas con las que votábamos en Caracas, enfrente de mí había una máquina gris más alta que yo (mido 1.63) y de por lo menos un metro de ancho. Parecía un ascensor. En el medio tenía una centena de manillitas pequeñitas y en la parte inferior una palanca roja gigante. La dama negra del pañuelo tricolor me dijo que debía mover la palanca roja hacia la derecha y luego mover las manillitas que estaban al lado de los nombres de los candidatos. Terminó de hablar, cerró las cortinas y me dejó sóla.
Me puse nerviosa. No encontraba el nombre de ninguno, ni del veterano de guerra ni del candidato del cambio. A los dos minutos los encontré, giré mi manillita, y luego vi una retajila de nombres que no se porque estaban ahí. Eran los magistrados a la corte y no tenía ni idea de que debía votar por ellos. Como no sabían quienes eran, los escogí todos de un mismo partido. Al finalizar no sabía que hacer. Imaginé que la palanca roja debía volver a su posición inicial y la giré hacia el lado izquierdo con cierta duda.
Le dije al hombre que vigilaba la urna que no estaba segura de que hubiese votado, el me dijo que buscaría ayuda. Llegaron la mujer del pañuelo y un hombre y me preguntaron que había hecho. Les conté pero no entendían. Al final me dijeron, con esa actitud de "da igual porque en este estado ya ganó Obama" que seguro había votado. Licantro me miraba desde lejos, sonreido y con cara de "no podía ser de otra manera". Luego me llamó "destrosita" con ternura, me tomó una foto y se la mandó a mi mamá. "Para los nietos", dijo.
Comencé a quejarme. Y qué si mi voto no pasó. Cómo saberlo si estas máquinas gigantonas no te entregan ningun papelito. Y si desaproveché mi primera oportunidad, y si hice el tonto en las llamadas "elecciones más controversiales en la historia de Estados Unidos" Licantro me calmó. Leímos un cartel con instrucciones, que he debido leer antes de entrar y no después, y me preguntó si yo había hecho todo eso. Dije que sí. Giré la palanca roja hacia la derecha, moví las manillitas y luego devolví la palncota hacia la izquierda. "Pues yo creo que eso era todo", dijo él. No me tranquilizó. Salí del colegio con una sensación rara y la duda de si había o no votado por el cambio.

7 comentarios:

Unknown dijo...

enhorabuena, votar es de listosy me gusta tu blog visitame wwww.cronicasdelamanoizquierda.blogspot.com

Jefferson dijo...

Me encuentro este blog navegando por carias bitácoras personales. Buscando saber como opina la gente acerca de las pasadas elecciones estadounidenses. Me gusta mucho tu crónica y saber que has probado las dos partes de las elecciones (Venezolana y Norteamericana) te da mucho crédito.

Si quieres pasate por mi blog www.jefferson-mimundo.blogspot.com, y después veremos.

Saludos.
Jefferson.

Pulgamamá dijo...

Sara: gracias, tambien pienso que votar es de listos y que bueno que te gusta mi blog. Jefferson: si definitivamente haber votado en los dos sitios te da perspectiva. Y te digo que sali de la urna con la misma duda que en ccs, valdra o no mi voto? Saludos

Ana dijo...

¿y la foto del cartoncito?????????

Pulgamamá dijo...

A-nah! Salió muy clarita, y mis conocimientos fotográficos no me bastan para saber tomarla y que quede bien. Te lo muestro cuando vengas a visistarme. Te lo digo en serio.

Gerardo dijo...

Que bien que eres una persona preocupada por ejercer debidamente su ciudadanía. Respecto a las elecciones norteamericanas continúo informándome de cómo es el proceso por allá, la diferencia entre el voto electoral y el popular, etc. Siéntete satisfecha por haber participado en una de las elecciones más trascendentales en la historia de tu país. Un saludo desde acá.

Pulgamamá dijo...

Hola Gerardo, gracias por visitarme. Que extrano suena eso de mi pais, pues siempre habia llamado asi a Venezuela. Pues supongo que este es mi medio otro pais. Ya veremos...