domingo, 21 de septiembre de 2008

Lugares inesperados

Este fin de semana Licantro y yo nos fuimos de escapada de aniversario (sí, nuestro primer año de casados) a Catskill (traducción literal: habilidad de gato), una zona montañosa a dos horas en carro de Nueva York. El lugar era absolutamente desconocido para nosotros, hasta que una noche, el novio gringo de una amiga periodista venezolana nos dijo que era un sitio hermosísimo y perfecto para descansar. Nos dijo también que ahí, en esa zona se había grabado la película Dirty Dancing.
Nos alojamos en una posada, hostal, de paredes blancas y arquitectura típica de las zonas montañosas en Estados Unidos. Digo yo: de maderita, con escaloncitos en la puerta principal, una sillas en el patio. Justo enfrente quedaba un bar, que luego averigué era de la misma posada, en la que tuvimos una cata de vino el sábado. Allí comenzé a hablar con una señora gorda de cabello gris, que resultó ser la madre del dueño. Nos preguntó de dónde veníamos y le contamos que éramos de Venezuela y vivíamos en Nueva York, le resultó curioso que dos venezolanos estuvieran allí en el medio de un pueblo sin demasiados turistas celebrando su aniversario de bodas. Su reflexión me hizo pensar en los lugares algunas veces minúsculos, inesperados y otras veces absurdos a los que, por una u otra razón, he llegado.
De hecho, si a ver vamos, Nueva York, nunca estuvo en mis planes. Pensamos en Chicago, Washington DC, Los Ángeles, Muncie, Indiana. Hasta mi natal Oklahoma, un lugar donde solo hay petróleo y tornados, estuvo contemplada. Nueva York, simplemente sucedió. A Licantro le anunciaron que se había ganado la beca ahí y yo conseguí un trabajo, y así llegué al lugar donde estoy segura debo estar. Si no hubiese llegado aquí, muy posiblemente no hubiese conocido Catskill, ni hubiese comprado junto a Licantro en una tienda de antigüedades una serie de cuatro caballitos que ahora posan sobre mi mueble gavetero.
Antes de los cuatro años, viví al menos en cuatro países: Estados Unidos, Holanda, Suiza, Inglaterra. A los 12 años mis padres me mandaron a Carolina del Norte a un pueblo mínimo, a un campamento únicamente de niñas. Ahí me encontré con Coral mi amiga que se mudo a Florida a los 7 y que no sabría estaría ahí. A los 15 fui a Irlanda a un pueblo llamado New Bridge que era tan pequeño que no tenía cine ni McDonald. Viví con una familia irlandesa, tomé la primera cerveza de mi vida, fumé mi primer cigarro, me emborraché por primera vez (un poco galla para tener 15, pero bueno) y conocí a Lola, una españo loca de remate que actualmente es una de mis mejores amigas.
A los 18 llegué a Metz, en el noreste de Francia, por un intercambio estudiantil. Yo estaba empeñada en vivir en París pero me tocó una ciudad helada en la frontera con Luxemburgo, donde conocí a mucha gente, entre ellos a Marisela, una peruana encantadora a quien visité en Lima. En Metz viví con una familia de tres que compró una casa de campo en un pueblo que no aparece en el mapa llamado St. Jaume en donde vi la nieve en mayo, y escribí mis primeros cuentos (los boté o los perdí luego, no recuerdo). Fue allí que supe que quería ser periodista, gracias a las cartas eternas y llenas de detalles que le mandaba a mi querida madre. Desde Metz viajé a Grecia, país que recorrí en un autobús junto a mis compañeros de clases. Allí en un pueblo cuyo nombre no recuerdo, una médico que hablaba cuatro idiomas, me cosió una herida que una piedra me había dejado mientras me bañaba en el mar. La cicatriz está en el pie izquierdo.
El verano después de mi primer año en la universidad me fui a Marbella a la casa de verano de Lola. Recuerdo pasar mis mañanas en la playa leyendo las revistas dominicales y diciéndole a Lola que yo iba a trabajar en una y que algún día tendría una (lo primero ya sucedió, lo segundo no todavía).
Cada viaje que he hecho, por más rápido o cercano que sea, me ha cambiado la vida. El destino no ha sido necesariamente asombroso, único o hermoso. A veces he terminado, sin saberlo, justo en el sitio donde debía estar. Cuando trabajé en la sección de viaje de El Nacional recuerdo haber pasado uno de los mejores domingos de mi vida con una familia en donde todos bailaban y tocaban tambor. La casa era pequeñita, en una zona de viviendas pobres, pero ese día, parecía que no faltaba nada. Ese domingo supe que quería ser madre (algún día) gracias a los ojos de fiera de una negrita de 5 años que bailaba tambores con tanta gracia que provocaba pasar el día viéndola.
Por esos días que trabajaba en Viajes me gané un premio por el mejor reportaje sobre biodiversidad que resultó una cumbre ambiental en Borneo, Malasia. Así llegué Sarawak una ciudad bordada por un río del mimo nombre, que atesora parques naturales donde se pueden ver y alimentar a los orangutanes, en su ambiente natural, fuera de una jaula. De allí, para aprovechar el pasaje que había sido gratis, me fui a Camboya, sóla, a conocer los templos del imperio de Angkor Wat. Conocí a Kiem Savanah Raat, un monje de 21 años que hablo de los sacrificios que a veces debíamos hacer para ser felices.
A todos estos lugares he llegado sin quererlo. Me pregunté por qué Malasia cuando casi todos van a Thailandia o Japón, o por qué un pueblo en Irlanda cuando Dublín es mucho más atractivo, por qué la fría de Metz cuando los museos están en París o por qué fui a Puerto Cabello a hacer una reseña y no a Canaima, que no conozco y debe ser mucho más atractivo. Una vez que llegaba a estos lugares inesperados, entendía por qué debía estar ahí. Así, este fin de semana, mi lugar era con Licantro, en las montañas donde una vez estuvieron Jennifer Grey y Patrick Swayze, tomando vino en un bar escondido con la señora gorda de cabello gris.

4 comentarios:

Pato´s dijo...

feliz aniversario !! y q vallas x mchsms mas.

besitoss..

Pulgamamá dijo...

Gracia Pato's, amén que así sea. Y un millón por visitar mi blog.

Besos

Anonimo dijo...

eres una persona afortunada nunca dudes de eso, mucha gente, no ha viajado ni la mitad de lo que tu, en ellas me incluyo por muchas razones que no vienen al caso, de verdad feliz aniversario y ojala puedas seguir conociendo sitios maravillosos aunque no sean muy atratctivos... el anonimo

Pulgamamá dijo...

Anónimo: sí ciertamente soy afortunda, soy consciente de eso, y doy las gracias todos los días por eso. Ojalá la vida y Dios me sigan llevando a sitios maravillosos (atractivos o no).
Saludos!