jueves, 4 de septiembre de 2008

La extraña vocación de mi abuelita

Si mi abuelita estaba sentada en el sillón verde de su cuarto con sus piernas apoyadas en el banquito, o si estabámos en el comedor almorzando o en la sala merendando, no puedo precisarlo, lo que si recuerdo perfectamente fue lo que me dijo ese día, hace unos años.
Mi abuelita es la mujer más hermosa, inteligente y sabia que existe, o al menos que yo conozca, y no digo esto porque sea mi abuela sino porque es absolutamente cierto. Sus cuentos de la temprana adolescencia siempre me han fascinado: cómo se apoyaba en el pollo de la casa colonial de la familia en el Centro de Caracas a recibir a sus admiradores, o cómo anotaba en un pequeño cuadernito la lista de galanes que querían bailar con ella en las fiestas de quince años, o cómo el día que terminó con un noviecito vió a mi abuelo en la plaza desde su ventana, y él la miró de rgreso y se enamoraron, no sin que antes mi abuelo espantara la plaga de pretendientes que ella tenía.
Mi abuela se casó a los 24, no fue a la universidad porque la familia no podía costearla, ni estudió ningún oficio. Tuvo seis hijos, ahora tiene 11 nietos y cinco bisnietos. Es una de las personas más graciosas que he visto -Licantro lo certifica, y el muy bello dice que heredé mi gracia de ella- hace la mejor ensalada de gallina del mundo, tiene unas manos suaves y sedosas con las que hace maravillas, sabe reírse de si misma como muchos ya quisieran y resuelve los problemas con la eficacia y la rapidez de los más lúcidos. Superabuela, la he llamado siempre, por esta razón y por todas las anteriores.
Ese día, hace unos años, superabuela me dijo algo que me dejó perpleja y que he recordado durante esta semana cuando he reflexionado sobre la tristeza -la de Virginia, la mía, y la de otros- la alegría, y la verdadera felicidad. Mi superabuela me dijo, que su gran propósito en la vida, más allá de tener hijos y formar una familia, era ser feliz. Me dijo que lo había decidido conscientemente, así como quien elige convertirse en médico porque quiere salvar vida o quienes somos periodistas porque queremos contar historias, ella tomó la decisión de que su vocación, su verdadero oficio iba a ser ser feliz y hacer feliz a todos los que estuviesen a su alrededor.
Esta frase me pareció entonces, y me parece todavía de una extrema inteligencia, pues hasta entonces yo, que no era una niña para cuando esta conversación -no tendría menos de 20 años- pensaba que la felicidad era algo que sucedía, y uno estaba ahí y lo aprovechaba. Como un balón que te cae en la mano cuando ni siquiera estás jugando a la pelota. Superabuela me dijo que la vida era difícil, que tenía altos y bajos, pero que los había atrevesado todos con la misma actitud de ser y hacer feliz. Incluso cuando mi abuelo murió no renunció a su propósito.
Desde pequeña me he planteado una cantidad de cosas que he querido ser: actriz (todavía), agente del FBI (todavía), poeta, musa de un genio pintor, escritora (todavía) y posteriormente periodista (ya no sé si tanto). Pero en toda esta búsqueda de qué quería ser, nunca me planteé ser feliz como un propósito de vida sino que lo asumí como algo que se derivaría de las satisfacciones de mis otras elecciones.
Yo, que soy una adicta a la melancolía, he pensado en esto repetidas veces, y no he llegado a ninguna conclusión. Con miedo me he preguntado, ¿Qué tal y si existe gente que está incapacitada estructuralmente para ser feliz, que es conducida por sus pensamientos novelescos de autodestrucción hasta que acaba con todo y no queda nada? O aún peor: ¿Qué tal si yo soy una de ellas?
Ayer leí el tercer blog de Olga (http://escribirenundiario.blogspot.com/) , a quien conocí por esta vía, y en uno de sus posts titulado Remedio para melancólicos, en alusión al cuento de Ray Bradbury había un segmento del relato que cautivó mi atención y luego, luego, me recordó la vocación de superabuela de ser feliz. Y sólo porque la buena de Olga me autorizó copio el fragmento exacto que puso en su blog:

Ante todo, los síntomas: fiebres violentas, fríos súbitos, pulso rápido y luego lento, arranques de cólera, luego una calma dulcísima, accesos de ebriedad luego de beber agua de pozo, vértigos cuando te tocan así, nada más...
El hombre rozó la muñeca de Camila, que cayó en un delicioso abandono.
-Depresiones, arrebatos -prosiguió el hombre-. Sueños...
-¡Basta! -exclamó Camila, fascinada-. Me conoce usted al dedillo. Nombre mi mal, ¡ahora!
-Lo haré -el hombre apoyó los labios en la palma de la mano de Camila, y la joven se estremeció violentamente-. Tu mal se llama Camila Wilkes.
-Qué extraño -Camila tembló, y en los ojos le brilló un fuego de lilas-. ¿De modo que soy mi propia dolencia? ¡Qué daño me hago! Ahora mismo, sienta mi corazón.


Y si yo soy mi propia dolencia y si todo estos estos años que asumí la felicidad como un bono y no como una decisión, como lo hizo superabuela, ha sido una pérdida de tiempo en debates internos sin ningún sentido. ¿Estoy a tiempo de tomar la desición, abuela? ¿Estaría yo dispuesta a renunciar a lo que sea que hay que renunciar para apegarme a esta decisión?, porque dicha sea la verdad, cada camino que elegimos implica una renuncia. ¿A qué estaría renunciando ? ¿No es la felicidad lo más importante, o está sobreestimada? No puedo contestar ninguna de estas preguntas, pero se me ocurre contar lo que me dice mi casi hermano Reymundo cada vez que le cuento que me equivoqué gravemente:
- Uno decide cada día la persona que quiere ser.
Niño Rey, porque sé que lo necesito, y porque sé que tienes razón, mañana ese será mi único propósito: ser feliz. Un día a la vez. Y después ya veremos.

7 comentarios:

Maria Alejandra dijo...

Cuando decides ser feliz, la vida se empieza a ver de otro color y los problemas ya no son tan grandes y complicados…

Dani dijo...

Yo supe, desde hace aproximadamente 2 años que la felicidad era una decisión. Lo había sospechado muchas veces, pero no lo había asumido. Un día simplemente lo decidí, un día me desperté y dije: "Desde hoy decido ser feliz". La cosa parecía salida de un libro de autoayuda, cosa que me parecía muy pavosa, pero no le hice mucho caso a eso y seguí firme en mi decisión.
Ese mismo día desterré de mi vía para siempre a raspi, y no sólo eso sino que decidí odiarlo profundamente, y me concentré en mi nuevo objetivo. Todos lo días lo decido cuando me despierto, algunas veces lo logro y otras me cuesta un poco más. Algunas veces me saboteó la decisión, pero lo que si puedes estar segura es que cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo vuelvo a mi objetivo. Creo que poco a poco lo logro. Creo que poco a poco, día a día, lo voy logrando.

Te quiero

Pulgamamá dijo...

María Alejandra: es cierto, en esas estoy. Aunque a veces pienso que ser miserable es mucho más fácil. Claro que las cosas que verdaderamente tinen valor en la vida son difíciles.

Dani: Tú eres mucho más inteligente que yo, y yo sé que tu tomaste esa decisión conscientemente. Y te admiro como no tienes idea, por eso y por muchas otras cosas. Como dices, poco a poco, un día a la vez. Yo me desperté hoy con ese propósito, y ahí voy, en el borde de caer en la miseria, pero con el empeño de mantenerme agarrada al filo de la felicidad. Además Licantro dice que él me tiene agarrada. Jajajaja!
Te quiero

Anonimo dijo...

Pero como se hace para ser feliz?
no se yo todavia creo no e encontrado la respuesta...
cero que cada una de las personas me responderian de manera distinta y no existe un patron para la felicidad, como siempre mi humilde opinion, como hago para encontrar esa respuesta?
el anonimo

Dani dijo...

Hola Anónimo,

Bueno la cosa no es tan fácil. Tampoco es que un día dices que vas a ser feliz y ya listo eres feliz... No, lo siento así no funciona.
Además, cada persona es feliz de forma diferente. Yo por ejemplo, contra todo pronóstico, descubrí que parte importante de la felicidad se traduce en tranquilidad, esa que te deja dormir toda la noche sin despetarte ni una sola vez (ojo sin pastillas jajaja), esa tranquilidad que te hace estar en paz contigo mismo.
Yo no te puedo dar la formula, porque creo que no existe, pero lo que si te puedo asegurar que todo comienza el día que lo decides. Así mismo, como dicen los libros malísimo de autoayuda. Primero decídelo y luego cuentame como te va... eso si, un día a la vez.

Así que Anónimo, suerte en tu empresa de ser feliz.

Pulgamamá dijo...

Bueno anónimo yo no tengo respuestas ni sugerencias como Dani porque yo pienso que apesto en esto de intentar ser feliz. Hoy ese era mi único propósito y lo hice todo mal. Estuve triste, la ropa me quedó fea, hablé con mi abuela y no le gustó que escribiera q yo estaba triste, y al final de la noche peleé con Licantro. Ese es mi blance de mi primer día decidida a ser feliz. Ahora, será que ser feliz consite en pasarle por encima a todo eso, y decir yo soy mas que esta circunstancia? mi vida es mas que estas circunstancias? No sé que decirte. Sólo que quienes lo han logrado dicen que es un asunto de todos loas días, como los alcohólicos. Habrá un programa de 12 pasos para ser feliz. Infelices anónimos. Jajajaja. No habría cupo.

Olga dijo...

A la final quizás se trata todo de balances y cuentas, y nosotros estamos perdidos de ese mundo... Como decía Ortega y Gasset el hombre es su circunstancia. Ni más ni menos que ese bloque de verdad.
Pero bueno intentemos eso de cada día a ver qué resultado produce... ooops otra vez las cuentas...