sábado, 6 de septiembre de 2008

Mandamiento I para una vida más feliz: No intentarás ser Marilyn Monroe bajo la lluvia.

Tenía que pasar. Tarde o temprano tenía que pasar. Y ya me parecía a mí demasiado sospechoso que no me hubiese ocurrido antes. Desde que llegué, mis atuendos diarios habían coincidido con las condiciones climáticas a la perfección. Sábados en la mañana calurosos: shorts y top de algodón fresco. Tarde en el museo: vestidito de flores y chal por si más tarde pega el viento. Zapatos: en su mayoría sandalias tipo gladiador o cholas tipo flip flop. Aunque todavía hace calor, el verano ya se acabó y todo el mundo sabe que en los países de estaciones, se mira siempre, siempre, siempre, el weather channel antes de salir.
Cuando viví en Francia, junto al café de las mañanas venía también una miradita a la tele para chequear el clima, y escoger la vestimenta correcta. Sin embargo, siempre me las arreglaba para equivocarme, no importa cuantas veces chequeara la temperatura. Siempre llevaba o demasiados sueteres o muy pocos. Recuerdo que veía a mis compañeras vestidas a la europea con una linda chaquetica de cuero, un foulard y unos zapatos de goma de esos que tienen rallitas a los lados. Se veían tan lindas. Y yo mientras con un chaquetón, y dos suéteres, uno puesto y el otro guindando de la cartera, luciendo gorda y absolutamente fuera de lugar.
Aún así, con todo y mis desatinos europeos, lo de hoy en Nueva York fue insólito e imperdonable. Ya habian avisado que veía un huracán. Y había visto yo la lluvia torrencial por la ventana, pero aún así, cuando Licantro me dijo que me visistiera, que íbamos de paseo a un lugar sorpresa y luego a una clase de salsa para becarios de la Fulbright, no dudé en ponerme mi nueva mini falda Patricia Field (la destilista de sex and the city) con una camisa de cuadros blancos y negros, y mis botas negras. Si las neoyorquinas pueden, yo también y ya las había visto a ellas, de lo más avant garde con sus mini shorts o mini skirts y un par de botas. Mi decisión se fortaleció cuando Licantro al verme dijo Guaooo! (esto casi nunca ocurre, no porque al bello del Licantro no le guste como me visto sino porque los hombres no son tan expresivos) y dijo que parecía una europea con un look grunge chic. Como mis amigas francesas. Yei!!!
Pues así, oronda, sintiéndome desenfadada salí a la calle. Me di cuenta de que la escogencia de mi outfit y mis inteniones de querérmelas dar de la astuta fashionista cuando en realidad provocaba estar con una botas gigantescas, unos pantalones de pana y un impermeable de esos que usan los fiscales de tránsito, había sido un error. Uno garrafal. El paraguas no aguantó lo brisa, y terminó doblado, y yo sólo pude cubrirme la cabeza con un chal que tenía en la cartera. Llegamos a la estación de metro y traté de secarme con el mismo chal mientras trataba de recuperar la cordura. Licantro estaba emocionadísimo. Todo el asunto de correr bajo la lluvia le había parecido divertidísimo.
Cuando llegamos a la estación de la calle 28 nos bajamos y caminamos rumbo al lugar sorpresa no sin antes franquear una buena decena de charcos y embadurnarme las piernas con un agua color gris oscuro. Licantro corría feliz, imagino que en su cabeza sonaría la canción de Singing in the rain, mientras yo me las arreglaba para que el resto de los peatones y los conductores no me viesen las pantaletas. Pues por más romántico que suene la falda levantada por el viento, una debe abrazar su verdad con dignidad: yo no soy Marilyn Monroe.
El destino sorpresa resultó ser el museo del sexo. Nada como estar emparamada y en un estado deplorable para pensar en sexo, o admirar arte erótico! Lo primero que hice fue entrar al baño y envolverme en un montón de toallitas de papel marrón. Luego, me metí debajo de los secadores de mano, para secarme el pelo, las piernas, los brazos. La falda seguía emparamada y tenía mucho frío así que decidí hacerme un pareo con el chal, quitármela y ponerla debajo del secador. Se secó algo y me la volví a poner. Al salir vi a Licantro con una camisa que decía Sex Museum New York. Great! Un bonito recuerdo para el álbum familiar. Al menos él estaba seco.
La primera sala del museo fue la de los animales y sus conductas sexuales y como eran capaces de disfrutar del sexo igual o más que los humanos. Interesante y supongo que maravilloso para los animales, pero mi concentración estaba en la falda que todavía húmeda se doblaba en la entrepierna. Todo un fiasco el museo, pero aún más mi intento de verme divina y desenfadada bajo la lluvia.

ps: ¿Alguien sabe dónde puedo conseguir uno de esos impermeables gigantes amarillos que usan los fiscales de tránsito y los trabajadores del metro?

4 comentarios:

Ana dijo...

Jajajajaja... lo vi clarito todo... muy Candia!

Marzu dijo...

ja,ja,ja! que cómico, y Licandro no se mojo? pero recuerda la escena de Marilyn es viento de abajo hacia arriba, que le subia una falda roja y ella trataba de bajarla con sus manos

Carito dijo...

jejejejeje, me acabas de hacer recordar como en Londres no salía de la casa sin ver el weather channel! y aun así me equivoqué más de una vez....

Pulgamamá dijo...

A-nah!: sí, muy yo.
Marzu: si la historia de Marilyn es distinta pero yo jugué a ser ella bajo la lluvia. Lo cual terminó siendo patético.
Carito: gracias por pasar por acá. Te cuento que yo sigo equivocándome. El otro día sali con un vestido verde militar, unas medias grises, unas botas marrones, un sueter rojo, y un foulard rojo, y me morí de calor. Además tuve que soportar que el entrevistado que tenía, que era un comediante, me dijera que parecía una niña exploradora y que quería comprarme una galleta. Infame.