viernes, 22 de agosto de 2008

En tu espera

Te espero con la casa lista. Recién barrida, la basura acabada de botar, los platos limpios, la cama tendida, el closet ordenado. Te espero, ahorita cuando debes estar recojiendo tus maletas en el aeropuerto La Guardia, y falta apenas media hora para vernos. Una media hora, que se convierte en una eternidad luego de un mes que pareció un siglo.
Te espero con globos naranja y amarillos por todo el apartamento y un letro de Welcome Home que Leo, el esposo de Luciana, consiguió hoy en una piñatería porque ya yo había perdido las esperanzas. En una de las mesas hay una caja, es un kit para empezar tu vida en Nueva York; aquí conmigo. Tiene mapas, ticket de metro, guías de la ciudad, llaves de la casa, un antifaz porque a ti te molesta la luz y unos tapones para que yo no escuche tus ronquidos.
Los girasoles que me mandaste hace dos días están hermosos sobre la mesa del comedor, que está más impecable de lo que usualmente la tengo, cubierta de papeles con los que no se que hacer, carteras, chales, y cualquier otra cosa que no sepa dónde poner.
Te espero mientras miro por la ventana esa vista que de tanto mirarla se me ha hecho bonita. Esa, que ahora veremos juntos, al despertar y al anochecer. Tengo puesta una dormilona a rayas azules y blancas que ayer me compré junto a mi prima La Gata. Sí ciertamente ella no está aquí pero con esta historia del blackberry, el chat y las fotos que van y vienen, prácticamente vino de compras conmigo.
Me aseguré de dejarte tu espacio en la casa. Tienes el lado derecho del escritorio, el lado derecho de la cama, la mitad de un closet grande, un closet muy pequeño completo y la mitad del gabiente del baño. Quiero que sientas que esta es tu casa. Que yo soy tu casa. Que el mes que pareció un siglo y esta espera que parece una eternidad, representan el fin y el comienzo.
Estoy nerviosa. No se si me veo bien. ¿Cuál será el primer pensamiento que cruce por tu cabeza? Que bella está. Engordó un poquito. Nueva York le cae bien. Oh Dios cuánto la extrañé.
Te espero imaginando las vías que recorres posiblemente en el asiento trasero del taxi de un conductor hindú, que si no fuera por el GPS no llegaría jamás a esta calle escondida.
Mis manos tiemblan, y las teclas se confunden, y creo que tengo que dejar de escribir, pero no puedo. Siento la garganta trancada y mi piel está dormida. Me siento mareada. Sólo quiero que llegues. Espero el momento en que suene el intercomunicador de este 7-D nuestro, y yo baje a buscarte. Seguro el ascensor se tardará más que nunca, porque así pasa en esos momentos. Imagino que saldré del edificio, te abrazaré como una loca, y te ayudaré con tus maletas. Subiremos juntos en el ascensor, uno pegado al otro, con ganas de decirnos todo, pero apenas hablando de cómo estuvo tu viaje, y cómo estuvo mi día. Pasarás la puerta y te encontrarás en este apartamento que cada vez lo siento más mío, y quiero que sea más tuyo.
Mañana no sé como será amanecer contigo. Es todo tan raro. Tan deliciosamente extraño. Esperarte me hace pensar en un montón de cosas que probablemente nunca te he dicho, porque no sé como dejarlas salir. Poco a poco, irán saliendo. Tenemos tiempo.
Desde la ventana escucho la puerta de un taxi, y las ruedas de una maleta. ¿Eres tu? Comienzo a contar. 1, 2, 3... suena timbre suena!, 4, 5 6... que suenes te digo!.. 7, 8, 9, 10. Vamos, sé que eres tú, aprieta el intercomunicador! Vuelve a mi vida. 11, 12, 13...
Sonó.
Ya voy mi amor.

3 comentarios:

Dani dijo...

MAS FINOOOOOOOOO!!!!!

Anonimo dijo...

MAS FINO!!!! DE PANA
El anonimo

Pulgamamá dijo...

Gracias Dani, gracias Anónimo. Maaaas fino!!!!! De pana.