viernes, 8 de agosto de 2008

Perro amor

Se miran. Se acercan. Se huelen. Se acarician. Se lamen. Se muerden. Se besan. Se aruñan. Se alejan. Se acercan. Se miran por detrás. Se encaraman el uno encima del otro. Se retuercen. Se separan, y cada uno sigue su camino, moviendo la cola de un lado a otro, guiado por la correa que lleva su amo.
Hay un mundo con códigos, normas, y manual de buenas costumbres (como en cada micro universo) entre la gente que tiene perros. Esto podria parecerle obvio a muchos, pero resulta que yo no soy una persona de mascotas y Caracas no es particularmente una ciudad para salir a pasear animales. Así que el jueves, cuando fui con mi amiga Vi y su perro Kiefer, un Yorkie, a Central Park, me sorprendió una Nueva York totalmente diferente a la que hasta ahora conocía. En esta nueva ciudad, la gente, siempre que tuviese una correa en sus manos y un peludo animalito amarrado a ella, se miraban, sonreían y hasta se hablaban.
"Primero tienes que preguntar si el perro es amistoso y si al dueño no le importa que el tuyo se le acerque", me indicó Vi, una experta en el asunto, pues tiene a Kiefer desde cuando vivía en Barcelona, hace algún tiempo. "Si no hay problema, entonces sostienes la cuerda y dejas que los perros se huelan. Los dueños de perro sabemos la importancia de que socializen porque así se vuelven más civilizados y obedientes". Noté que mientras Vi, Kiefer y yo nos acercábamos a los otros dueños y sus mascotas, éstos hablaban con la mayor naturalidad del mundo. "¿Es ella o él?" "¿Qué edad tiene?", y de ahí las conversaciones pasaban a un plano más personal.
Kiefer se enamoró de un perro grande de piel atigreada. El propietario, un chico de cabello castaño, ojos miel, y tez canela (sí, estaba bueno, cómo no con esta descripción) se rió al ver tanto amor entre los perros, y más aún al saber que ambos eran machos. Inmediatamente dijo que el suyo era muy amable, que era genial, que era increíble. En menos de un minuto, nos preguntó si éramos de España, y nos contó que había estado ahí hacia poco: Madrid, Barcelona, Valencia. Que en realidad acababa de viajar de mochilero por Europa, dijo.
La conversación fue interrumpida por los excesos de cariño entre Kiefer y el perro atigreado. Seguimos nuestro recorrido y nos topamos con un hombre que notó nuestro acento y nos dijo, mientras su perro y Kiefer se conocían, que su hija era mitad venezolana pues su ex esposa era maracucha. Yo no salía de mi asombro pues en las dos, casi tres semanas que llevo en Nueva York no había visto a dos desconocidos hablarse con tanta soltura, naturalidad, espontaneidad.
Vi me dijo que que esto era así en Nueva York y en casi todas partes del mundo y quizás aquí se intesificaba más por lo forma seria de ser de los neoyorquinos normalmente. Me contó que hace unos días se había topado con unas vecinas y sus canes en la calle y habían conversado como nunca había sucedido. "Se pusieron a la orden, me dijeron en qué apartamento vivían". Ciertamente algo poco común por estos lados.
Ahí mismo le dije a Vi (casada como yo) que si uno fuese soltera en Nueva York la mejor manera de dejar de serlo era comprarse un perro y salir a pasearlo a Central Park o a cualquier otro sitio. "Tengo un amigo en Barcelona que decia que salía a pasear a su perra cuando quería ligar", contó Vi. En la película Must Love Dogs, el anuncio para buscar pareja que pone Diane Lane para conseguir una cita dice, por sugerencia de una amiga "He must love dogs", pues la premisa es que quien quiere a los perros no puede ser mala gente.
¿Qué sucede entonces, los perros nos humanizan? o ¿nosotros nos quedamos perplejos ante sus gestos casi humanos de amor? ¿O son acaso los canes una excusa común, para saltar una barrera invisible pero presente? Digamos que es una manera de ahorrarse la primera línea de conversación. No hay que pensarla, no hay que inventarse un grupo de amigos que no llegó al bar, o aquel cuento de que la cara nos parece familiar.
Vi no sabe esto (me dió mucha pena confesárselo pues Kiefer es realmente un bombón) pero a mi no suelen gustarme los perros. De hecho, no me gustan los animales. Así que espero no poder responder estas preguntas, pues si lo hiciese significaría que la barrera entre el mundo y yo se hizo tan alta e invencible que tuve que actuar en contra de mis preferencias y comprarme un perro sólo para poder intercambiar palabras con un desconocido.

4 comentarios:

mara dijo...

marademasiado tierno me encanto de repente tienes demasiado sensibilidad y si te gustan los animales quizas si eres alergica ac pelos y esas coasas eso sea lo que te pasa con los animales y a la final te encantan saludos

Canadiense dijo...

No son los perros, no. Son los sentimientos en comun que se encuentran en un sitio determinado. Como las madres en un parque infantil, o los extranjeros solitarios en la estacion del metro...
Buena la conversa de anoche, sigue triunfando, tqm

Débora Ilovaca Leiro dijo...

¡Carlaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Qué fino que abriste un blog, ¡ME ENCANTA!
Jajajajajaja. Esta es la mejor forma de mantenerse en contacto, ya verás. Diles a tus amigas que se abran todas un blog y siempre sabrás de ellas.
Ya mismo te agrego a mi blogroll.
¿Cómo te está yendo? Te deseo mucho éxito y mucha felicidad.

Un beso gigante,
Deb.

Dani dijo...

Hola mi Carli, te extraño un monton.... te quiero mucho... ahora por lo menos sabes de ti por aqui.

Dani