domingo, 24 de agosto de 2008

La llegada, finalmente

Respondí el intercomunicador pero no pude escuchar su voz. Sólo atiné a presionar el botón que abría la puerta, pero este no funcionó. Traté de colgar el teléfono, pero se me cayó tres veces antes de que pudiese hacerlo. Salí corriendo del 7- D y no le pasé cerradura a la puerta. No sucedió como había pensado. El acensor llegó en menos de un minuto, y seis pisos después estaba en la planta baja. Lo vi a través de la puerta y corrí. Me le lancé encima, tal como calculé que iba a pasar, y no lo solté por varios minutos. Un vecino entró en ese momento. Nos miró con extrañeza, pero hicimos como si no existiese. Lloré, todo el tiempo, desde que me deshice en sus brazos, hasta que nos montamos en el ascensor con sus tres maletas. No hablamos de su viaje, ni de cómo había estado mi día. Al contrario. Nos dijimos cuanto nos habíamos extrañado.
- Estás más bella que nunca, me dijo.
Entramos al 7- D y su cara se hizo asombro. Los globos lo hicieron reir y el letrero de Welcome Home lo conmovió, pero lo que más lo sorprendió fue el apartamento. No le había mandado ni una foto, porque quería que lo viese en persona. En las fotos las cosas son diferentes. No era tan chiquito como se lo había imaginado, dijo. La decoración, toda blanca con salpicados de color le encantó. Le gustó la vista y la llamó, Una típica vista de Manhattan.
Le preparé un sandwich, conversamos un rato, y el peso de la noche y el cansancio se hicieron insoportables. La cama tamaño full, no fue tan chiquita como creí. Fue perfecta. En la mañana siguiente nos hicimos un desayuno no demasiado elaborado y luego me ayudó a pagar mis cuentas. Soy un desastre para esos trámites y lo había estado esperando.
Luego salimos. Lo llevé al supermercado para que conocociera al dueño, un dominicano, que se convirtió en mi amigo desde el primer día, y luego caminamos hasta la 181, la misma calle en la que una semana antes me perdí, y compramos un sofá cama de color vainilla, como las paredes. En la tarde le preparé los ñoquis que el día antes le había comprado con Luciana y Leo en el otro extremo de la ciudad. Nuestro primer almuerzo junto en un mes. Luego de la comida caí rendida del cansancio, que asumo era emocional pues esfuerzo físico no había hecho ninguno, por eso días, y dormí hasta las 6. Él revisó internet.
No quería que pasara su primer día en la Gran Manzana encerrado, así que le propuse un paseo que Luciana me había enseñado. Lo llevé el Meatpacking District y el se sorprendió de que conociera tan bien la ciudad. Me dijo que estaba orgulloso. Y yo me sentí orgullosa de mi misma. Quería presentarle la ciudad, lo más pronto que la conociera mejor. Lo llevé al West Village, y el Meatpacking distract, lleno de restaurancitos. Entramos al roof bar de un hotel con letrero rosa fluorescente y brindamos, él con un vodka tonic y yo con un Cosmopolitan Grafruit. De ahí nos fuimos a casa de Penélope y su marido, y nos tomamos unos vinos con ellos. Le hablaron un buen rato de Nueva York mientras el sonreía. Pe le regaló un mapa del metro tamaño billetera que luego yo me robé. Nos fuimos como a las 1:30. Y a las 2:00 llegamos a la casa. Él no se acordaba de qué lado del pasillo estaba el 7-D ni de hacia donde abría la cerradura.
- Poco a poco, me dijo.
Poco a poco, pensé. Ahora mientras escribo esto, está aquí, guindado la ropa, ordenando sus cosas, haciendo su espacio, llenando mi vida. Al fin.

3 comentarios:

Débora Ilovaca Leiro dijo...

¡Quiero estar así de enamorada y que alguien esté así de enamorado de mí! Y esperarlo y cocinarle y ver tele con él y salir a pasear con él :)
Qué hermosa esta historia. Me puso muy feliz leerla, es preciosa. Tan preciosa como tú y A juntitos :)

Te quiero,
D.

Maria Alejandra dijo...

simplemente... sublime

Pulgamamá dijo...

Gracias D. y María Alejandra por continuar leyéndome.
D: ya encontrarás a alguien y ya estarás así o más enmorada. Pero el amor es difícil, requiere de un gran compromiso de nuestra parte. Te llegará cuando te tenga que llegar. Me alegra que te haya puesto feliz la historia.
María Alejandra que palabras tan hermosas, gracias.