viernes, 17 de octubre de 2008

La ciudad intensa

Son las 2:11 de la madrugada en la ciudad que nunca duerme. Yo tampoco duermo todavía. Mientras escribo me como un sandwich de queso mozarella, pavo y tomate cherry que el bello de Licantro me preparó. Él ya duerme. También Federico, mi costilla, que llegó ayer al 7-d para quedarse por una semana, duerme en el sofa cama que está en la sala.
Acabamos de llegar de un lugar de esos llamados undergrounds en el lower east side. No tiene nombre. No tiene número. No tiene ninguna señal en la puerta. Sólo un negro que resguarda una reja y que sube y baja la cabeza para decir quién y cuándo entra.
Este que echo es un cuento que tenía pendiente desde hace unas semanas. Antes del llanto, el vacío, y la búsqueda de una celebridad. Antes de Muriel; hace exactamente dos fines de semana, cuando se celebraba Open House New York y casi no paré en mi casa -excepto para dormir- por dos días.
El primero que me lo dijo fue mi editor. "Esta es una ciudad intensa", fue su único comentario cuando me negué a ir a un cóctel, con motivo de la inauguración de la exposición de Cruz Diez, después de 3 días en Washington a punta de periodismo financiero y cerveza, y un viaje de seis horas en autobús. Al momento no tomé en serio el comentario. Obvio que esta es una ciudad que vibra, que no para, que anda a un ritmo precipitado, pero soy yo quien decide que tan intensa quiero que sea.
Bueno, esa es la media verdad. La otra mitad es que Nueva York es tan tan intensa, que aunque no quieras te arrastra y te conduce por sus rincones, te lleva de la mano, y otras veces del cogote y te obliga a ir al ritmo que ella quiera, cuándo ella quiera. Es una ciudad que habla claro desde el comienzo. Te dice "esta soy yo, o me quieres así, o no me quieres así y entonces no me conoces, y entonces es mejor que te vayas".
Hace dos semanas comenzó el que sería un maratón de ocio por la ciudad. Empezó el jueves en la noche con Luciana y unos vinos, siguió el viernes en el MOMA, y terminó de nuevo con unos vinos, y culminó finalmente el domingo a las 6:30 de la tarde en Fort Greene, Brooklyn.
Grace mi corredora de seguros, al saber que tenía tiempo libre y andaba en busca de nuevas conexiones me habló de Open House New York. Dos días en que 350 casas, apartamentos, museos y salones de toda la ciudad abren las puertas para que sus habitantes y los turistas los conozcan gratuitamente. Grace nos dijo a Licantro y a mí que trabajáramos de voluntarios y así podríamos entrar a todas partes sin hacer cola.
Yo arrastré a Luciana y así el sábado en la mañana llegamos al loft que un arquitecto había construido con materiales de desechos - puertas de metro incluidas. Luego de tres paradas más y muchos miebros añadidos al equipo, entre ellos cuatro venezolanos -hasta ese momento desconocidos-, tres argentinos, un gringo y una mexicana terminamos en Bar Piti, un restaurante italiano en el Village.
Luego del postre en una heladería cercana dónde venden helados elaborados con cacao venezolano, Luciana, Licantro y yo nos fuimos al cine a ver Nick y Norah. Al salir de la sala, Lu me dijo, "por qué no llamamos a Eli (una venezolana amiga de Licantro que nos había acompañado durante todo el día) a ver qué está haciendo". Eli nos dijo entre gritos que estaba en un "underground en el lower east side". Nosotros tres estábamos en el upper west side, del lado opuesto de la ciudad. Por un momento dudé, pero luego recordé la frase de mi editor "Nueva York es una ciudad intensa" y entendí que si no lo asumía así, me la iba a perder. Y yo soy de las que odia perderse las cosas.
Después de 15 minutos entre tres calles, encontramos el lugar, no identificado, con el hombre negro y gordo sentado en un taburete demasiado pequeño para su tamaño. Franqueamos la puerta, bajamos por unas escaleras, pasamos cuatro bolsas de basura, atravesamos un lavandero, subimos otras escaleras y llegamos a un salón de piso de madera y tapices victorianos en el que los presentes tomaban alcohol en tazas o cerveza en botellas cubiertas con bolsas de papel marrón. "Se llaman speak easy (habla con tranquilidad) y existen desde que en la ciudad no se podía beber y la gente se reunía en los sótanos de las casas". Ese día salimos de ahí a las dos, y nos despertamos a las 10 de la mañana siguiente, a carreras para llegar a trabajar de voluntarios en una iglesia en Brooklyn.
La madrugada de hoy se parece a la de ese sábado. También hoy llegué del "underground" pasada las dos. También mañana tengo trabajo de voluntaria (esta vez pintando escuelas en el Bronx) y también hoy, después de pasear el día entero con Federico y Licantro por la 34, la 42, Broadway y la Quinta Avenida pienso que esta es Nueva York. Estrepitosa, despiadada, con ganas de llevarse por delante a quien se atraviese. Como dicen en mi tierra, y en otras supongo que también: O corro o me encaramo. Nueva York no espera.

4 comentarios:

Carito dijo...

Te leo y me dan ganas de tener un cambio de vida, de ciudad, de todo...

lalalalalala dijo...

¡qué emoción Carlita! ¡alquílame tu sofá!

alinitaxula dijo...

hola me encontrado tu blog y me encantado¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
un besin desde un cachito de santiago de otra extranjera ejjeje
besin
alinita

Pulgamamá dijo...

Carito, sí los cambios son difíciles pero a la larga fabulosos. No hay nada más fácil, y aburrido que quedarse estático. Pero los cambios también tienen su momento. Así que no desesperes. Abrazos.
Lalalalala, no pares de cantar y bailar. Y no te lo alquilo, lo tienes de gratis. Ésta es tu casa cuando quieras. Y lo digo en serio.
Alinitaxula, que fino que te encontraste mi blog y que bueno que te gustó. Pasé por el cachito de santiago. Saludos