lunes, 6 de octubre de 2008

Llora, pequeña

Las lágrimas saltan de tus ojos directo a tus mejillas. No se deslizan por el lacrimal, y caen debajo de tus párpados, hasta llegar a tus labios resecos e hinchados. No, acortan camino y llegan directo a los cachetes. Lloras con tanta fuerza que duelen los pulmones; ni siquiera sabes como eso es posible. Pero es así. Aprietas todo tu cuerpo, cierras tus puños, te contraes, dejas caer el cuello hacia atras, luego hacia adelante y lloras. Y el dolor te presiona el pecho, tanto que estás segura de que atravesó tus pulmones, y que pronto no te dejará respirar.
Lloras como si todo el peso del mundo cayera sobre tus hombros y lo sientes así. Pero no es así. No sabes por qué lloras, pero aún lloras. Y aquél que está cerca no entiende cómo puedes llorar tanto si no te pasa nada. Y te lo dice. Y eso no te hace sentir mejor así que sigues llorando. Y piensas en cosas. Más bien son imágenes: calles, una vieja cama, abrazos, rostros, despedidas. Y juras que no lloras por eso. Y estás segura de que no es por eso que lloras, pero sigues. No paras de llorar. Y el dolor ya llegó a tus piernas y no deja que te levantes del sofa. Así que te aferras a él, a tu dolor a tu sofa, como si fuese la única certeza que tienes. Y sigues llorando.
Ya llevas una hora así, y pareciera que tus lágrimas no se fuesen a secar jamás. Pero no es así. En un rato el peso del mundo lo dejarás caer y no estará sobre tu espalda. Y el dolor no te presionará el pecho, y no te agarrará las piernas salvajemente. Te pararás del sofá, dejarás de sentir lástima por tí y tu dolor y tus pequeñas miserias, te secarás las lágrimas y dejarás de llorar.
Hasta que todo vuelva a suceder y las lágrimas vuelvan a saltar hasta las mejillas y el dolor te apriete esta vez las tripas. Dejarás de llorar hasta que vuelvas a llorar. Y el ciclo se repita. Una y otra y otra vez. Y te dirás, Ya pequeña, para de llorar, pero no te escucharás. Tu voz será demasiado suave y tu llanto demasiado ruidoso. Y te volverás adicta al llanto, al que cae sin piedad. Y te volverás adicta al dolor, a ese que no sabes de dónde proviene pero que está ahí. Y querrás sufrir. Y querrás más llanto. Y pensarás que ese es tú único destino, aunque no sea cierto. Y para cuando quieras parar, cuando te des cuenta que el dolor no es un destino, ya no sabrás cómo vivir sin él.

13 comentarios:

Ana dijo...

¡Bravo! En serio... qué manera de describir un llanto, denota experiencia y algo de adicción porque después de todo siempre al final del llanto se esconde esa sensación tibia y suave que es llega justo al dejar de llorar. Es como dormirse abrazando un osito de peluche.

Te quiero :)

Anónimo dijo...

Carla, me encanta el blog.

Que rico es llorar...

Besos - Mariela desde Caracas, exactamente mi silla de El Nacional (así puedo leerte ja!)

Esteban Dublín dijo...

El caso, mi estimada extranjera, es que el dolor sí es un destino. Un saludo grande.

Anonimo dijo...

Sin palabras.... el anonimo

Martín Franco Vélez dijo...

¿Y por qué llorás, pequeña?

Pulgamamá dijo...

A-nah!: eres una cuchi. Sí en el final del llanto hay una sensación tibia como la del osito de peluche o la sopita de pollo que tu mami te prepara. Un beso. Yo también te quiero!
Mariela: Hola! Qué tal todo. Gracias por leerme. Que fino que te gusta el blog.
Esteban, ¿cómo andas? Sí, tienes razón el dolor es un destino es sólo que no es el destino que quisiera para mí. Gracias por leerme y saludos.
Anónimo, eres deamsiado fiel. Gracias!
Martín: podría decirte porque lloro pero tendría que matarte luego y dado que estás lejos lo veo difícil. Jejeje. Quizás un día te cuente. Saludos.

Unknown dijo...

Hoy estuve con mucha gente de El Nacional. Creo que tengo algo que confesarte que me da un poco de pena...voy a pensar si te lo digo jajaja. No sabes cómo me gustó este post! besossss

Luciana dijo...

Querida Extranjera,
A veces lloramos y no sabemos por que... o lo sabemos muy bien...
Estoy segura de que todas esas lagrimas no eran de tristezas, sino tambien de alegria.
Que bueno que volviste a escribir, porque ya me hacian falta tus historias.
Lu

Pulgamamá dijo...

Corina, qué sera eso que me tienes que contar. Cuéntamelo mujer. Yo soy pana. Ja! Que bueno que te gustó el post.
Luciana, es posible que en las lágrimas haya alegrías, pero no por eso dejan de ser lágrimas que se derraman con fuerza. Ya se que tenía tiempo sin escribir, pero bueno aquí vuelvo. No te creas a veces es difícil mantener la disciplina, pero definitivamente vale la pena.

Unknown dijo...

mmmmm tu boda, fue la primera boda a la que fui en mi vida. Hasta hice un post sobre ella. Se llama "mi primera vez" o algo así. Y fui coleada Carla, pero la pasé excelente. Qué pena, pero bueno.... me da risa que ahora hablemos por acá.

Que estés bien jaja, besos!

Pulgamamá dijo...

Jajaja Corina que cómico. Y con quien fuiste? No mujer que no te de pena yo siempre digo qe los coleados son los que mas gozan una boda. Que bueno que te gustó y que fino que haya sido tu primera boda. Voy a buscar el post.
Beos

Anónimo dijo...

Te voy a dejar acá algo que un día escribí:

Lágrimas transparentes

Hay lágrimas transparentes...
Una mirada hueca, una risa desafinada, una pregunta repetida, un abrazo estrecho, una mueca doblada en la boca, un suspiro ahogado, una respuesta muda, unos movimiento torpes, una respiración inquieta, unas palabras atropelladas, un beso ruidoso y apretado...

Federico Pola

Pulgamamá dijo...

Fede que bello es que escribiste, no me había dado cuenta que me habías dejado ese comentario. Gracias por compartirlo conmigo y los que leen el blog.
Te quiero